Este blog en su versión egipcia podría tener título de novela a la don Milan: La lentitud. O bien La insoportable lentitud del comunicar. En fin.

Es mi último viernes en El Cairo y me siento estupenda, lo cual os comunico. La estancia ha sido un éxito de crítica y de público, una representación tras otra a tope de diversiones y de cariño, por lo que doy las gracias a mis amigos de aquí, y a quienes, sin ser amigos, me han atendido con la amabilidad de los extraños. Cuando llegue a casa y mire las fotos, sé que disfrutaré como una faraona disfrutona.

Hoy, aprovechando la hora del rezo, me encuentro con Nuria y Míguel para hacer el vermú, y luego me invitan a un bacalao al pilpil. Pardiez, cómo mola. Luego, paseíto, y quizá alguna adquisición de última hora, que no pese, mal que me pese. ¿Os dije que adquirí dos reproducciones no muy gravosas ni de peso ni mucho menos de precio? Es la cervecera con las tetas al aire que está en el museo, en yeso, y un hipopótamo color turquesa, con dibujitos preciosos (una pirámide en to el pandero), en cerámica. Los compré en la miniboutique del museo de tejidos, en el barrio islámico.

Y esto es todo por ahora. Con las excitaciones de la partida tengo el libro pelín abandonado, pero no de mente. Aunque sí un poco demente (me salió un capítulo con el embajador ¡de Ehpaña! bastante desternillante).