Málaga siempre me ha parecido una ciudad sonriente. No emperifollada, tranquila. Me gusta el puerto, y los colores del mar. Ayer estaba gris, sin oleaje. Maduro.

Comí en la facultad de Ciencias de la Educación, entre ponentes y organizadores. Hay un científico (no me preguntéis nombres) encantador, que enseña física usando juguetes (sale en Canal Sur desde hace 5 años); y un profesor que enseña matemáticas y magia. Me demuestra que en dos equipos de  23 hombres cada uno (de fútbol, en el Mundial de ahora), hay 50 por ciento de probabilidades de que dos hayan nacido el mismo día. Y hay una payasa que da clases de payasismo y de supervivencia con nariz de goma. Y alguien que enseña a enseñar con el corazón y que relaja  a sus alumnos haciendo que se tiendan en una colchoneta con la lengua fuera. Todo el mundo está contento.

Luego la charla, estupenda. Como tenían mesa y sillas pero también sofá con silla baja en el escenario, ensayé un poco de coreografía, cambié de lugar para hablar con los asistentes, de tal modo que, los que se atrevían, subían a sentarse a mi lado para plantearme su pregunta. Me gustó mucho y creo que a ellos también.

Me llevaron a una preciosa casa en El Rincón de la Victoria, desde donde, en buenísima compañía, pude ver a la vez el mar y el partido. Estoy afónica de tanto gritar. Qué buen juego, ¿verdad? Y esto de habernos fumigado a Alemania. Los ingleses están encantados de que a los teutones les marcara un gol «un jugador con cara de agricultor», sale en The Independent, no tengo tiempo de poneros el enlace.

Voy a hacer la maleta, a comer con una amiga de Facebook y su madre, que se entromete también en el sitio; la hija estudia música, toca la guitarra clásica, y estoy deseando que me ayude a paliar un poco mi profunda ignorancia musical. Ya os contaré.

Yo estoy a favor del porno, aunque nunca le he visto el menor interés, pero tuve un novio que se empeñó en que conociera todos los garitos del Soho londinense de los 70, y os tengo que decir que los que me dan pena son los hombres, tener que recurrir a esos estímulos. Sin embargo, ofrecerse para mamársela indiscriminadamente (mamar indiscriminadamente: me encantan las dos palabras juntas) a los holandeses, con la de fachas que hay, y de xenófobos… Pero hay que reconocer que algunos están buenos.

En fin, que cada cual haga lo que quiera. Yo lo que quiero es que España les gane, y que Casillas siga parando tantos, con esas ojeras tan interesantes  que se le han puesto.

Besos y gracias a todos. Lo primero que he hecho hoy ha sido leeros. Fastuoso.