Sólo desde la superstición y la ignorancia puede uno pensar que hacer testamento vital -incluida la donación de los órganos que queden en su momento- da mala suerte o es sinónimo de que se tiene una enfermedad. Yo estoy estupenda por ahora, espero seguir así por muchos años, pero no quiero que si me da un telele un pariente bien intencionado me mantenga enchufada por los siglos de los siglos, ni que me den paliativos que acaben con mi dignidad. Para eso es importante, muy importante, tener los amigos adecuados -y no involucrar a la familia, salvo que sea de mucha confianza- que se encarguen de hablar con los médicos, papel firmado por nosotros previo: no sea que a los doctores pueda pasarles lo que hizo la Aguirre en Madrid.

A mí la muerte no me da miedo, sino respeto. La enfermedad y las agonías duras, sí que son un palo.

Hacedme caso, id a un notario y dejad el testamento vital hecho. Descansa un montón, y no en esa paz que auguran los agoreros, sino en la más terrenal y frescachona.