Es importante, cuando se regresa a un lugar que se amó mucho, en el que se vivió, y del que uno partió al comprender que terminaba un ciclo, no dejarse llevar por la nostalgia. No desear que regrese el pasado, sino darlo por disfrutado, asumido, metabolizado y rentabilizado. No hay que decirse: mira cómo está esto. Es cierto, mi casa sufre el empellón del superburbujado inmobiliario propulsado por el mandato de Hariri hijo, de sus implicaciones con los saudíes -él mismo es medio saudí- y de sus amistades en el mundo de la construcción. Tabaris, el barrio en el que yo vivía, lindando con Sodeco, es la víctima más estrepitosa de esta especulación. Mientras, en Dahi, en el sur chiíta de la ciudad, crecen los mega edificios de mármol, palacetes para potentados de Hizbolá o partidarios. Es la vieja historia que se repite de nuevo. Hay dos Beirut, como dos Líbanos -cristiano y musulmán, frívolo y sesudo, alocado y espeso-, que sin embargo son el mismo: el de aquellos que intentan apoderarse de los recursos del país, sin convertirlo en productivo. Es decir, aquellos cuyo único negocio consiste en el suelo y los hombres que lo guardan para ellos. Cuando hay guerra, esos hombres se llaman milicianos. Y están armados en todas las partes.

La novedad es que los cristianos -excepto los del general Aoun, que se han aliado a Hizbolá- se han entregado a los suníes de Hariri, y han puesto barrios tan señeros para el maronitismo como el mencionado Tabarís, Gemmayzeh y Ashriafiyeh, a disposición de las excavadoras, extrayendo ellos también su provecho, como es natural. La guerra que los maronitas empezaron en 1975 para segregar a los musulmanes se resolvió, quince años después, en su contra. Perdieron poder, salieron debilitados, y tienen que arrimarse al sol que más calienta, pues son una minoría en toda la región.

Comprobado lo cual, cabe acogerse a la parte buena. La variedad de esta ciudad, de su oferta lúdica. Su limpieza -vengo de El Cairo, claro-. Incluso la inferior densidad de sus atascos, que tampoco son mancos, pero al menos puedes entretenerte con los modelos de cochazos circulantes.

¿Regresar a los lugares queridos? No, gracias. Como no se regresa a las amistades que se secaron. La Beirut a la que he regresado es la de los amigos a quienes amo.