Nunca como los 22 de diciembre pasados en España necesito del silencio, de no poner la radio ni la tele, de no abrir las páginas de los diarios digitales sin, previamente, desactivar el sonido. Ah, ese día de la marmota de la lotería. Me alegro mucho del reparto de millones, sobre todo si es eso, reparto, y cae entre quienes lo necesitan, y no entre esos que, aparte de ser ricos, juegan a la lotería y encima les toca.

Dicho lo cual declaro el 22 de diciembre en mi pequeño dominio como Jornada de Reflexión Silenciosa. Me pongo con el libro, que buena falta le hace, bajo la atenta mirada de Tonino-Otelo.