Es toda una historia. Despertar en casa. Ayer tarde llegué con un sólo delirio: tumbarme, descansar. Levantarme a las 5 para acabar de hacer maletas, salir del hotel a las 6.30, despegue a las 10.00, llegada a casa a las 14.30. Ninguna maleta perdida. Tuve dos suertes, una, que apareciera frente a mí un lector con un papel en la mano para que se lo firmara cuando tuviera tiempo: va por ti y tu mujer, Gabriel. Luego descubrí que tenía sentado detrás ¡al doctor Joan Nardi, con su esposa Yvonne! Es una eminencia, el jefe de traumatología del hospital Vall d’Hebron de Barcelona, el hombre que cuida de mis huesos, que me sacó una rótula. Y una persona deliciosa, con un toque personaje de Blake Edwards. Un vistazo, visita aérea: «Et trobo collonuda». Vuelo feliz, pues. Pero llegué a casa muy fatigada. Ya me lo advirtió mi sabio médico cuando salíamos por el finger: hay lo que hay pero hay que llevarlo bien. La edad, los huesos, ¡mientras queden fuerzas para tirar palante, para viajar!

Uno empieza a regresar cuando se prepara el primer café. Al verterlo en el depósito de la cafetera italiana de toda la vida ha caído, como cada vez, un poco al suelo. Lo recojo con el aspirador de mano, como siempre. Espero mientras me como un kiwi, que tiene vitamina C y dicen que va bien para ir al baño, aunque en El Cairo he ido al baño todo lo que estaba escrito, qué cagaleras. Al menos, no engordé.

Mientras estoy aquí, un poco de pan con aceite, de pan muy bueno que me acaba de traer Neus después de pasear a Tonino. En la bolsa pone que el envase es reciclable y que hay que consumir productos sostenibles. Bienvenida al primer mundo. En Egipto les han subido el pan, y eso es insostenible, aparte de criminal.

Le muestro (a Neus) las marcas de dos mordeduras de mosquito que tengo en la base de la nuca: comentamos que si fueran de un hombre éste no tendría precio. También le muestro lo primero que he extraído de la primera maleta: las reproducciones de la cervecera del museo egipcio (pero no islámico: el Islam -todas las religiones monoteístas: era una señal- se inventó más tarde que la cerveza), y del hipopótamo que los antiguos adoraban, y que es muy salao. Me acompañarán en el futuro, hasta que se rompan, o me rompa.

La mañana se inicia lentamente. Mis plantas están estupendas, me las cuidó muy bien Menta, que además de ayudante de Maria Ponsà, mi florista-maga, es vecina mía desde hace poco. El piso, limpio, ordenado. No creáis que no doy gracias a la vida a cada momento por la suerte que tengo de vivir sola, de vivir bien acompañada por la gente que he ido encontrando, y de vivir bien.

No quiero leer ni escuchar noticias. No todavía. Me voy a poner a mirar dibujos de Tom y Jerry, con Tonino pegado a mí, que está el tío que todavía no se cree que haya vuelto. Luego vaciaré las otras dos maletas. Y poco a poco iré haciendo eso que siempre hacemos después de regresar físicamente: aceparlo, adaptarnos, y disfrutar de los recuerdos. No olvido que os debo fotos.