Pronto os llegarán las fotos que acabo de enviarle a mi Alma Buena. Entre tanto, os cuento. Ayer por la mañana hice lo que me he acostumbrado a hacer desde que llegué: darme un voltio por el barrio. Con mi vestido Osaka de lino, lo más fresco que tengo, y con un apaño que me cierra la abertura por abajo (un broche sustituyendo botones), de todas formas enseño palmo y medio de pierna que, al parecer, suscita atenciones inmerecidas. Eso de que los egipcios se lanzan como locos sobre las extranjeras: no son idiotas, sólo sobre las extranjeras apetecibles. A mí se limitan a preguntarme de dónde soy y siempre acabamos hablando del Barça.
Total, que tomé el taxi hacia el Marriott cuando ya estaba casi en Midan Tahir, y al entrar en la parte antigua del hotel, la que Ismail Pashá hizo construir para su admirada Eugenia de Montijo cuando el estreno del Canal de Suez, me asaltaron recuerdos de la vez que fuimos a Egipto para depositar en Alejandría parte de las cenizas de Terenci Moix, y nos alojamos en dicho hotel. Desde entonces ha corrido el Nilo bajo los puentes -no sé si corre mucho, pero la imagen me vale- y, cuando estoy en Egipto, siento que lo llevo dentro. Yo no amaba este país antes de su muerte, posiblemente se me inoculó su afición.

La piscina del Marriott es estupenda y ayer estaba poco concurrida. Claro que en algún momento se bañaron dos matrimonios de españoles de esos que hablan gritando y me enteré de unas cuantas cosas sabrosas. Pero para hablar gritando, el egipcio con pinganillo que tuve al lado casi todo el tiempo, intentando cerrar negocios con sus clientes a los alaridos. Para desahogarme tuve que ponerme a hablar yo también con mi Amigo Invisible -ESTO ES UN INVENTO MIO PATENTADO-, por teléfono, insultando al que tenía al lado como si hablara con alguien al otro lado del hilo. Todo tipo de venablos surgieron de mis venerables y venéreos labios superiores.

Como el día anterior no había comido en todo el día más que unas galletas, por avatares de la situación, ayer me zampé una ensalada de atún fresco a la parrilla en el Marriott. Y más tarde, en el Sequoia (al lado del Nilo: hay shisha), una ensalada de salmón ahumado. Lo cuento por si a alguien le da pena que esté a dieta. Ya veis que es muy llevadero.

Por la noche estuve con Nuria y Miguel Ángel en el balcón del hotel Semíramis, esas fotos os las mandaré mañana porque no tengo tiempo. Dan masajes (no en el balcón, sino en el fitness) y la piscina no está tampoco nada mal, por lo que voy a cambiar de dirección mi proa.

Hoy como en el sitio del pescado fundamentalista (el sitio, no el pescado), que es muy bueno, y luego vamos a ver. Mis anfitriones son Eduard y Mariona, de la Fundación Aga Khan. Sé que vamos a reírnos mucho.

He escrito el Perdonen y luego me cambian de habitación: os haré fotos de la nueva, que es la fetén.

No sé con qué desinfectan las piscinas aquí. Entré llevando las uñas pintadas con Madness de Chanel (rojo sangre menstruación cuajada) y salí con La Vie en Rose. Saludos.