Desde la tienda de piedras bonitas que os he sacado en la foto, y que a mí me encanta, porque hace que me sienta niña en el Paraíso, hasta el hombre que ha conseguido un melón y lo saborea sentado tranquilamente, al final de su jornada, en el bordillo. Desde la nariz chata a la fuerza de la pirámide de Keops hasta la tremenda pelea entre taxistas porque uno le ha rozado la carrocería al otro. Desde las turistas alemanas que se defienden del sol con un tocado a lo tuareg que ve tú a saber quién las ha engañado, hasta la familia que, ceremoniosa, entra en la tienda de abajo, en la Singer, y permanece durante horas calibrando las posibilidades y las ofertas, pues ha llegado el momento de comprarle a la esposa, que lo cose todo, una máquina nueva, ¡por fin sin pedalear! Ay Cairo, Cairito.

Y, decididamente, hace sol.