Bienvenidas sean todas las filtraciones, todas las denuncias. Pero quiero justicia. Soy de la época en que Daniel Ellsberg filtró los papeles del Pentágono -a un precio personal muy alto-, y cayó Nixon. Tengo el listón muy alto. Por desgracia, los tiempos son otros, y nos quedamos en la espuma de los días, que diría el Boris bueno, Vian.
Wikileaks
11 Comments
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Pues a ver si se nos mejora el nenúfar del pulmón…
En la web de Wikileaks hay una estupenda entrevista a Ellsberg.
Si las espumas ayudan a despejan las cortinas de humo…
Queremos justicia!
A ver si los tres jinetes apocalípticos empiezan a darse cuenta de que no se puede ir así por la vida, de que lo que se ve en las fotos y documentos es consecuencia de la decisión ilegal que tomaron . Sin embargo son tan chulos-barrio que siguen tan campantes y orgullosos recibiendo premios, cargos honoríficos, cargos bien pagados pensando que es por su buena labor…..
Espero que, después del filtrado masivo de los documentos, no sigan insistiendo en que volverían a tomar la misma decisión.
¿Cualquier tiempo pasado fué mejor? Pues visto lo visto, ya no sé qué pensar…el periodismo últimamente anda un poco perdido…robar documentos y publicarlos es más de justiciero que de periodista, ¿no? Prefiero otro tipo de periodismo, la verdad. Además, ¿acaso destapó algo que no se supiera?, ¿no se sabía ya que torturaban y que la mayoría de los fallecidos en esos dos conflictos fueron civiles?
Me da un poco de rabia el tipo éste del Wikileads, aunque si ha de ser gracias a él que la opinión pública mundial piense en estas cosas, pues bienvenido sea. Lo dicho, llámame tradicionalista (uixx, que mal suena eso) pero prefiero otro periodismo, y no éste de «cortar-pegar 2.0» ;D
el punto de inflexión pasó
Boris Vian…
Francamente, espero que Julian Assange pueda disfrutar de una larga vida, visto cuan cabreados están los implicados en los asuntos que va ventilando. El cinismo con que esgrimen las razones por las cuales creen que Wikileaks no debería sacar la verdad de este y otros asuntos-ojalá fueran todos los posibles- tan turbios como sangrientos, hacen pensar que los poderosos no solo han perdido el norte sino que además pretenden hacernos creer que ni siquiera lo que vemos es cierto, y ya sin ningún resto de moralidad justifican acciones que no pueden ser justificadas de ninguna de las maneras. Requieren dimisiones, condenas inmediatas y sin contemplaciones, investigaciones, juicios. Eso es lo que se espera de una sociedad democrática, sin temor a la verdad, con sentido de la justicia, y con la mente muy clara -así como las emociones- con respecto a lo que son los derechos humanos. Así hoy mismo en las noticias de la tele, a raíz de un exceso de cámaras de vídeo que controlan a la población en EEUU, se pilla con mucha frecuencia a la policía abusando de la fuerza bruta de forma gratuita sobre los detenidos, y esos vídeos son emitidos luego en las distintas cadenas de televisión, lo cual los pone en evidencia, pero su discurso es que pierden credibilidad y respeto por culpa de la emisión de esos actos, y se proponen eliminar un buen número de cámaras. Ni se plantean que el fallo no está en las cámaras que sacan la verdad de la violencia -a veces sadismo individual- de la policía americana, y que esos policías no pueden continuar en su puesto, no; la culpa está en las cámaras que muestran lo que no deben, como Wikileaks, como Assange, como cualquiera que se atreva a denunciar lo que políticamente sea incorrecto según el criterio de ya se sabe quienes.
Si Assange hace periodismo o no, no tiene excesiva importancia dada la enormidad de la información, así como el contenido de la misma. Si la hubiera transformado periodísticamente habría perdido ese carácter documental frío que le dieron los informes a hechos tan graves que los igualaban a otros intrascendentes, dotando a los que los redactaron, firmaron, dieron el visto bueno, archivaron, etc. un aspecto inhumano.
Y, por otra parte, no había manera de elaborar un reportaje con todo ese material. Había que denunciar. Publicarlo íntegro era la denuncia.
En la entrevista de Domingo de EL PAÍS de 24/10/10 manifiesta Julian Assange que hoy es una persona sumamente informada, gracias a todo lo que ha leído que le llega a Wikileaks. Estoy deseando que lo publique todo. Aunque asusta esa verdad que está ahí y que él ya insinúa en el reportaje.
Espero que Assange no me decepcione con algún propósito deshonesto. Me costará creer los que le asignen los denunciados y los que tienen servidumbres con ellos.
El que demasiadas escenas importantes de eso que -en realidad- está pasando suceda en cloacas, es para hacérnoslo mirar. Estas bandas de personajes siniestros que acuerdan desde cómo repartirse el pastel a cómo ser más eficaces en el bonito oficio de torturador, son una lacra atroz; sobre todo porque luego, ya en la superficie, a la luz y ante las cámaras y micrófonos, lucen espléndidos, hablan de justicia, ¡hasta de dios hablan!, y concurren a elecciones que, también, ganan.
Bien por el espejo que ha puesto Wikileaks ante sus feas caras para mostrarlo.
Recuerdo con horror la primera guerra de Irak, la de Bush padre. Aquello de la «precisión quirúrgica de los bombardeos» que me quitó el sueño tantas noches pensando en el sufrimiento de los ciudadanos que, sin duda, recibían los bombazos.
Hay una serie escalofriante de HBO que pinta la crueldad de esta última guerra iraquí. Generation Kill
Es curioso. Todos sabemos que en la guerra se tortura, que los cuerpos de seguridad abusan de su poder, que darle a un hombre un arma es siempre un mal (solo a veces menor) y sin embargo sigue siendo necesario dar datos concretos, rostros concretos, fechas concretas, y cuando se dan, nos horrorizamos como si fuese algo nuevo. ¿No será que horrorizarse no sirve de mucho? ¿No será que estamos anestesiados y como sociedad, como colectividad, no somos capaces de mover un dedo?