… de aprender con las canciones, aquí el Boss y su No surrender. Escuché esta mañana una ráfaga en la SER, y me entraron también ganas.
Y a propósito…
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… de aprender con las canciones, aquí el Boss y su No surrender. Escuché esta mañana una ráfaga en la SER, y me entraron también ganas.
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Pues yo creo Maruja, que sí nos hemos «surrended all of us» aunque no nos demos cuenta.
Yo no me rindo. Aunque haya pasado años «pasando» de la prensa y ahora os parezca que me he caído de un guindo. Porque prefería leer buena literatura. Ignorar la política. Ser más feliz sin enterarme de nada, desde luego. Pero, de pronto me doy cuenta de que esto ya es demasiado. Que no se puede seguir escondiendo la cabeza bajo el ala. Que hay que ser responsable. Que ya basta de echar la culpa fuera de uno mismo. Que cada gesto de todos y cada uno, por pequeño que sea, cuenta. Que se puede convencer con razones, en la calle. Que dejar por imposibles a los que no opinan igual es un gesto gratuito, porque puede que les falten argumentos para opinar de otra forma, y yo tengo esos argumentos, y voy a dárselos, con educación, simpatía, paciencia y en el lenguaje en el que pueda hacerme entender. E incluso es muy posible que aprenda algo nuevo. Y eso no tiene precio.
Para variar, dejo aquí otra de mis largas reflexiones. Gracias, Maruja, por permitírmelo:
Algunos: políticos, parados, pensionistas, funcionarios, intelectuales soberbios -y también soberbios intelectuales.
Todos: políticos traidores, abstencionistas.
Tontos muy útiles.
Democracia: Un hombre, un voto. No exactamente, porque el voto de la ciudad vale menos que el de las zonas rurales, más despobladas. Pero no es esta la cuestión ahora, que tiene mucha tela, por otra parte.
Democracia. Sí, pero menos. Invertir escalofriantes cifras en campañas electorales, y entre ellas -que no es moco de pavo-, por parte de grandes, enormes, gigantescas, empresas con el fin de lucrarse más y mejor en detrimento del bien común, cuando lo que persigue la democracia es, precisamente, el bien común, es vomitivo. Es inmoral. Y de la inmoralidad surgen las leyes. Si no las hay en contra de estas prácticas, debería haberlas, si se pretende seguir denominando Democracia a ese sistema político. De otra forma, tanto en EEUU como en Europa, como donde sea, de lo que de verdad se trata es de una gran mentira, estafa, corrupción, deslealtad, falsificación, engaño, perversión, timo, … ¿Queda claro?
Al fin y al cabo lo que ocurre en realidad es un vulgar mercadeo: con el dinero compran medios de comunicación que divulgan las ideas que les convienen y filtran las que no les convienen -Wikileaks supone una auténtica amenaza para ellos-; compran especialistas educados en las mejores universidades del mundo, hábiles, por sabios, en manipular nuestras pobres cabecitas ignorantes -como han demostrado ser los representantes del Tea Party, todo vísceras y poco seso, pero la ignorancia tiene grados y nos alcanza a todos-, que previamente ya se han encargado de impedir que obtengamos esa educación de calidad, de mucha calidad, que siempre reclamo, con el fin de que seamos tan tontos como sea posible para ser mejor manipulados, en beneficio, repito, de sus carteras.
Pero, una persona, un voto. Un cerebro, un voto. Un cerebro lavado, un voto. De nosotros sólo les interesa nuestra papeleta electoral. Ni nuestro bienestar social, ni nuestros hijos, ni nuestra salud, ni nuestros ancianos, ni nuestros nombres siquiera. Ellos sí conocen muy bien la importancia de votar. Por eso los conservadores siempre votan, y se unen. Y no les preocupa la abstención porque les favorece siempre, como le ha pasado ahora a Obama, para mi tristeza por el golpe que ha recibido y la de tantos que seguimos creyendo en él. «Comamos cocos, obtengamos votos de estas lindas e ingenuas democracias, mercado global para nuestro bienestar particular, el de nuestros hijos y el de cientos de generaciones venideras más portadoras de nuestros genes que, sin necesidad de trabajar, podrán seguir pijoteando a lo grande sólo con los dividendos generados del expolio a las democracias», ignorando que ya no les va a quedar planeta porque los políticos y la política que compran no contemplan tampoco el término ecología.
Los que se han abstenido en EEUU han colaborado con esta perversión. Punto. Callar otorga.
Los intelectuales progresistas, demócratas, liberales de allí -que no es lo mismo que liberales de aquí- y los de izquierda de Europa que no han sabido explicar, o no han querido, o han dado por sentado, o no han tenido en cuenta la ignorancia -fruto de la falta de calidad de la educación- de gran parte del electorado, y no se han molestado en acercarse a él, a través de algunos medios en los cuales todavía es posible hacerlo, o mejor aun, a través de los medios a los que la mayoría suele acceder, han colaborado con esta perversión. Algunos programas de humor han entendido muy bien esta cuestión. Pongo por ejemplo El Intermedio, en La Sexta. Aunque hay otros. Afortunadamente.
Y los políticos que no se han atrevido a luchar contra la tele-basura, sea por la razón que sea, con lo que supone de colaboración en el come-coco de la sociedad, han colaborado en esta perversión.
Los políticos que traicionan el programa electoral que prometieron cumplir y se inclinan sospechosamente hacia otro lado. Que no han contribuido a mejorar el nivel educativo de la sociedad, para que sea libre de discernir qué ocurre, quién les manipula, con qué fines, etc., son, no colaboradores, sino culpables, porque contribuyen a que la gente desconfíe de ellos. Y si no creemos en nuestros políticos ¿qué nos queda? ¿un tea party? Ya le gustaría a Esperanza Aguirre. Lo dijo. Le resultan simpáticos. Como a mucha gente del PP, supongo. Como a Vargas Llosa. ¡Ay!
Ni quiero hablar de esos políticos que, groseramente, utilizan la política para enriquecerse. Lo más terrible es la ínfima mella que eso causa en nuestra sociedad, cuya intención de voto hacia el PP sigue creciendo. Es como si dijeran: «Yo, en su lugar haría lo mismo. Ole, tus huevos». Claro que en este país de picardías y picaresca, parece que, quien más quien menos, todos vivimos de pequeñas y/o grandes corrupciones y de estafar al Estado todo lo que podamos. Y los primeros también en reclamar derechos. Desde luego, somos muy graciosos.
Parados, funcionarios, pensionistas y otros colectivos afectados por esta maldita crisis, creada por los mismos come-cocos, con capacidad para crear las que les vengan en gana -como espada de Damocles nos las tienen auguradas- con la intención de que nuestros votos (lo único que ellos quieren de nosotros) vayan a parar donde ellos quieren, por los medios antes mencionados, haciéndonos creer que la culpa la tiene el que está peor que nosotros: el emigrante. O el partido que está en el gobierno -si no es de su cuerda-, y conducen nuestro pensamiento y nuestro voto hacia una salida peor -del fuego a las brasas- a costa, por ejemplo, de privatizar la Seguridad Social y ponerla en manos de un colega, como ya pasó en época de Aznar con otras entidades públicas. ¡Cuidado!
Castigar el gobierno del PSOE con el voto al PP, por la crisis, por los errores de Zapatero, es castigarnos a nosotros mismos. Sería un ejercicio de masoquismo. Uno a uno. Tú, Pepe o tú, María, si no eres rico, si dependes de tu trabajo para vivir, aunque seas funcionario -aunque seas del nivel A-, o de tu pensión, o estás en paro, perteneces a la clase trabajadora. Y vosotros, los autónomos, los que tenéis pequeñas y medianas empresas, sois trabajadores también. No os engañéis. Sabéis de la fragilidad de vuestros puestos según qué políticos estén en el gobierno. Sabéis que esta crisis no es culpa de este gobierno. Y sabéis lo que está pasando en Gran Bretaña, con Cameron, en Francia con Sarkozy, etc.; sabéis las intenciones de Rajoy; sabéis qué tipo de política impera en toda Europa y como retroceden los derechos sociales. Francia se mueve para que no les pasen la mano por la cara; si no me equivoco, se mueven por lo que pasa en toda Europa. Tengo esperanzas en Ed Milliband, el nuevo líder de los laboristas británicos. Tengo el sueño de que Europa vuelva a ser justa, solidaria y ejemplar. Desde EEUU soplan vientos de manipulación, de ese individualismo egoísta que les define.
De EEUU a Europa no hay tantas diferencias. Allí se expresan con rudeza, armas al cinto. Aquí, con sutilezas: candidatos chic, bonitos de cara, títulos nobiliarios, prensa rosa. Pero es lo mismo.
Mi pobre opinión es que PSOE y el resto de la izquierda deben andar unidos en las elecciones -no tengo idea de si políticamente es bueno o malo eso, pero sí sé que el divide y vencerás siempre funcionó; la derecha está toda todita toda unida- y dejarse de monsergas, en beneficio de nosotros, los jodidos, los siempresusceptiblesdesermásjodidostodavía.
Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo quiero como futuro presidente. Me fío de él. Tiene muchos años de experiencia. Su validez política es objetivamente comprobable. La inquietud que causa en el PP es magnífica referencia. Subjetivamente, es hora de decir lo poco que sé. Me consta que es una buena persona. Sin ínfulas. Empático. Lo traté poco pero con frecuencia a lo largo de 5 años. Dejé de verlo durante 9 ó 10. El azar nos puso de nuevo uno frente al otro, él rodeado de escolta pues ya era ministro de Interior -creo- , yo, con mi hijo, en el lugar que ambos, sin saberlo, nos encanta para ir de vacaciones -a mí, incluso para soñar en lo que fue y lo que pudo ser. Como no soy aficionada ni a los autógrafos, ni a saludar ministros, por más que les conozca -y conozco unos cuantos, nunca molestados por mí desde que tienen tal rango-, como además soy un espíritu libre que no debo nada a nadie, me quedé quietecita donde estaba. Pues fue él quien vino a mí, a saludarme, pasando de la escolta. Me preguntó por mi vida, por mis cosas que tan bien recordaba. Su sinceridad era evidente. Su sencillez y bondad seguían intactas. Si por alguna razón extraña algún día leyera esto y recordara mi nombre, teniendo en cuenta su magnífica memoria, recordarle yo, a su vez, mi deseo de anonimato. Mis razones tendré.