… cuando os enterasteis de que los Reyes son los padres?
Yo tengo en mente, de forma imborrable, aquel día en el que comprendí que los adultos mienten. Era en la tarde del cinco de enero, ya era grandullona -unos siete años, creo-, y las mujeres de la casa se habían encerrado en la sala. La puerta, sin embargo, estaba algo entreabierta. Lo escuché todo. Se me hundió el mundo. Ah, sí, porque el mundo también era culpable. Menuda conspiración, la cabalgata.
Tardé al menos un año en perdonarles la ilusión que me habían roto. Sin embargo, qué gran servicio para el crecimiento es esa mentira, mucho mejor que lo del pecado original. Nos permite hacernos fuertes para las ilusiones que nos serán pisoteadas en el futuro, nos permite no olvidar cuán importante en nuestras vidas es la ilusión, por frágil que nos parezca.
A mí me lo dijo uno de mis hermanos. Fué duro, porque lo percibes a esa edad como «el gran disgusto» y además es la primera decepción de tu vida. Es duro perder la inocencia.
Eso me rompía mis esquemas y en lugar de pensar que vivia en una gran mentira, pensé que era mi hermano el mentiroso.
Primero me dijo que los reyes eran los padres, y yo con la gilipollez que da el rechazo a algo que no te gusta y agarrándome a un clavo ardiendo, le dije triunfante ¿pero como van a ser los padres si ellos no se saben las direcciones de todos los niños? ¿y como subirían al balcón? ( no entendí que se refería a que cada padre, sus hijos). Como vió que con palabras no entendía, me enseñó todos los paquetes ocultos por la casa, aún así quise pensar que eran regalos que mi madre habría comprado «para otros».
Así que comprobé el dia de Reyes de que iba la historia. Lo peor es enterarte justo en esas fechas y no en otras más asepticas con el tema.
Ahora me pasa lo mismo cuando oigo algunas noticias, pienso no puede ser verdad, están mintiéndonos.
Bonito el recuerdo. Yo no recuerdo cómo fué mi descubrimiento. Pero sí, la llorera que me coí cuando se deshizo, sí, sí, literalmente, se deshizo mi muñeca.
Claro, hay que poner fecha. 1955. Y entorno. España postguerra, zona rural, pobreza…Mi muñeca era de cartón, con unas ropas muy sencillitas, fijadas al cartón con un clavito. Se me ocurrió, al cabo de unos días, meterla en un tanque lleno de aua, el que se usaba para lavar la ropa, y darle un baño…helado, por supuesto, en enero…
Creo que aún estoy llorando…
he de decirte que lo que primero sentí fue alivio…cuando me entere de que los Reyes eran los padres, comprendí porque en casa de pobres los regalos son pobres…ilusión, no se puede vivir sin ella pero tampoco de ella…que penita…
A esa misma edad le espeté a mi madre «dime la verdad ¿sois vosotros?». Y ella me la dijo .
Naturalmente yo esperaba que la verdad fuera otra.
Pues yo creo que mi madre lo pasó peor que yo, pobre mía.
Tenía yo cinco años, y a eso de las cuatro de la mañana me despertó un ruido que ahora me parecería de poltergeist, como mínimo.
Doña matilde había tropezado en plena operación y se había dado un tortazo impresionante, cayendo, encima, sobre una de esas muñecas que hablaban con voces diabólicas al apretarles partes diversas del cuerpo.
Me la encontré en el suelo, con cara de terror, intentando hacer callar a la hermanita de Chuky. Y casi la remato cuando, desde el pasillo oscuro, y con la ronquera propia del catarro que tenía yo aquel día, dije timidamente: «¿Mamá?»
Yo no lo recuerdo, la verdad… Tendré que preguntarle a Iria si fue ella quien me lo chivó, pero recuerdo que cuando lo sabíamos buscábamos (yo con muchísima devoción) el escondite de los regalos, a ver cuál era el más grande, esperando que estuviese a los pies de mi cama la mañana del día 6…
Es ahora el turno de Adrián, que ya ha recibido regalos de Papá Noel y el Apalpador (tradición gallega… tristemente olvidada), a ver qué le parecen los reyes 🙂
Has leído este? A mí me devuelve la ilusión…
http://www.losobjetosnosllaman.com/cuento-concurso.php?cuento=2
Tardé en creérmelo me parecía increíble que los adultos organizaran toda esa parafernalia para nosotros: los niños que estorbábamos casi todo el tiempo, si fuera un niñ@ de ahora no me habría costado tanto asimilarlo, pero claro fue una gran desilusión, aunque empecé a mirar a mis padres con una gran ternura
Perfectamente. Ya era mayor, como de nueve años y desde hacía tiempo, las niñas de mi colegio me venían advirtiendo de la verdad. Cuando le contaba a mi madre lo que decían sobre la naturaleza de los reyes, ella, con cara de decir la verdad absolutamente, me contestaba cosas como, «nada, nada, ratita, dicen eso porque tienen envidia» o «tú nicaso, ésas crías, que son malas y sólo quieren hacer daño».
La cuestión es que debimos -mi hermano y yo- hacer alguna trastada y nos castigaron y, no sé si como parte del castigo o del hartazgo o qué, mi madre dijo: «¡y para que os entereis de una vez, los reyes son…!»
Y me dolió. Me duró mucho el cabreo. Y más allá de la trola en cuestión, empecé a tener dudas sobre un montón de las cosas que contaban los mayores. Empecé por los dogmas.
No recuerdo el momento exacto de la decepción, pero como siempre he sido muy llorica supongo que monté algún drama. No es para menos, se le cae a uno el mundo encima. Como tantas veces después, a lo largo de los años. Pero estoy contigo en que también es necesaria una vacuna como esa, la primera gran desilusión, para lo que se avecina.
Aún así, qué bueno seguir confiando…
yo lo recuerdo como un «si tengo esta información, ya soy mayor!» y al contarlo a una amiga se enervó diciendo que era imposible pues los padres eran dos y los reyes tres…la dejamos por tonta…pero lo he recordado toda la vida!
Algo debe de haber que merezca la pena, algo debería poder calmarnos el alma, unos reyes magos verdaderos con respuestas, o por lo menos con las las preguntas correctas.
En ocasiones leo y… siento como si existiera tal cosa !
Pues yo…fui y sigo siendo un poco iluso. Fui de los primeritos de enterarme en clase, y fui bastante malo y se lo conté a todo quisqui. Pero me costó bastante interiorizarlo y asumirlo…la ilusion nunca se pierde del todo no? almenos eso espero…
PD. Espero que algunos aún celebréis Reyes y no PapaNoel…si es así, que os traigan lo que necesitábais!
Pues recuerdo el infanticidio, le ahorre a mis padres tener que contármelo y la compensación fue deliciosa, hasta que mi hermano se entero los acompañaba la noche de reyes de compras por los grandes almacenes jugando con todo lo que me encontraba..je.
Yo no lo recuerdo, pero te dejo un texto (perdón por la extensión) para explicar a los niños porqué son los padres los que dejan los regalos… merece la pena leerlo.
Los Reyes Magos son verdad.
Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a
escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus
actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con
miedo, le dijo:
– ¿Papa?
– Sí, hija, cuéntame
– Oye, quiero… que me digas la verdad
– Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido
– Es que… -titubeó Blanca
– Dime, hija, dime.
– Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando
descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro
tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
– Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña
y tragando saliva le dijo:
– ¿Y tú qué crees, hija?
– Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que
existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
– Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos
pero…
– ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me
habéis engañado!
– No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que
existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de
Blanca .
– Entonces no lo entiendo. papá.
– Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar
porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el
padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa
que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para
él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
– Cuando el Niño Jesus nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le
llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan
contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor,
dijo:
– ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a
todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
– ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de
hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo. Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
– Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque
somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder
recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero
sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían
realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía
escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el
Portal:
– Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros
regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme:
¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
– ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.
Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño
que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos,
pero. no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.
– No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino
dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
– ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los
tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
– Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben
querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
– Sí, claro, eso es fundamental – asistieron los tres Reyes.
– Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
– Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez
más entusiasmados los tres.
– Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los
niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
– Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres
Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos
regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la
niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
– Ahora sí que lo entiendo todo papá.. Y estoy muy contenta de saber
que me queréis y que no me habéis engañado.
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la
mano mientras decía:
– No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el
año que viene ya guardaré más dinero.
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres
Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.
(Vale, es una versión ca´tólica pero seguro que a muchos padres nos puede servir de explicación cuando nos llegue el momento de contarles la verdad a nuestros hijos.)
Un beso. Bea
Querida Maruja, ese día lo recuerdo como el de la pérdida de la niñez, la pérdida de la inocencia,(se habrió ante mi el abismo de la edad adulta.) te cuento. Estaba hablando con mi madre, tendría yo unos 10 años mas o menos, mi madre con lo desmemoriada que es se pensó que ya eso me lo había contado en otra conversación y sin pensárselo dos veces me dice, ..¿pero eso ya lo sabias tu no? le pregunté ¿que cosa mamá? y me dice QUE LOS REYES SON LOS PADRES ¿NO?. Como diría mi abuela, se me cayó el alma a los pies. (y la pobre ahí sigue pisoteada.)no me creía lo que estaba oyendo. y mi madre, más ancha que larga me dice ….claro bobita, o es que ya no lo sabias ..Todavia me estoy recuperando y tengo 45 tacos.salud
Para mi fue como si se hubira descorrido una cortina y viera el mundo de otra manera, me enfadé muchisimo por que me di cuenta que con los reyes desaparecian muchas más cosas, las hadas, los principes, la magia
y pense… que tonta has sido hasta ahora Virginita. Por suerte se me paso
pronto y ya empece a pensar en casarme con un principe . Que caramba,
si se habia casado Fabiola y Grace ¿por que no yo?….. Y no creas a mi edad(no dire cual ) todavia me dejo llevar por la fantasia.
¡Ah!, pero ¿no existen?…
Pos vaya…
Y ahora que soy tan mayor, si son los padres y yo no tengo, ¿porqué me siguen dejando regalos?…
( Con una sonrisa…)
Sí me acuerdo, sí. Tendría unos seis años y ya sospechaba pero no tenía la certeza. Así que ese año me dediqué a buscar los regalos por todos los rincones de la casa con un doble sentimiento: quería y no quería descubrir la verdad. Al fin ví unos paquetes sospechosos y nuevos encima de un armario y subí y creo que hasta miré alguno por dentro y fue entonces cuando dejé de sentirme muy «lista» por ser tan perspicaz y tan buena investigadora y me quedó una sensación de tristeza enorme. Se acababa una etapa de mi vida que ya nunca podría volver.
Por otra parte fue cuando entendí por qué los reyes no me traían a mí lo que pedía sino otras cosas parecidas (por ejemplo, la muñeca que hablaba que nunca llegó, aunque sí otras más sencillas). Fué un entendimiento aterrador y liberador q
Perdón se me fué el dedo a la tecla. Sigo.
digo que aterrador y liberador a partes iguales quizá. Por una parte dejé de pensar que hacía algo mal por lo que los reyes me castigaban trayéndome cosas que me gustaban pero que no eran las que había yo pedido (que claro, eran más caras) y por otra me dí cuenta de que nunca las podría tener porque mis padres no tenían dinero para ellas.
Lo que también recuerdo es que a pesar de saber la cruda realidad, cada año, durante muchos, seguía teniendo la ilusión de encontrar algo bueno. Tengo que agradecer a mis padres que siempre me regalaran algo inesperado, dentro de sus posibilidades, porque eso le daba cierta emoción al momento. Aunque la realidad siempre se impone con sus terribles lecciones: en aquella época vivíamos juntos mi familia y la de la hermana de mi madre (por problemas económicos) que tenían sólo una hija y quizá mejor sueldo. El caso es que un año las dos pedimos una muñeca que hablara (esa horrorosas que tenían una cosa dura en la espalda donde iba la cinta que se repetía una y otra vez). Y a las dos nos trajeron una muñeca idéntica, con la única diferencia de que la de mi prima hablaba y la mía no. No sé en qué pensarían mis padres al comprarmela, supongo que pensaron que la muñeca era bonita e igual en aspecto a la de mi prima. Pero yo me pasé el día buscando entre sus ropas el mecanismo, convencida de que tenía que estar escondido en algún sitio. Duro de tragar eso de tener que conformarse con algo peor. Lo mismito que pasa ahora con la mayoría de los niños del mundo y de los adultos también.
Y luego nos extraña que haya inmigraciones masivas.
En fin, ya vale de nostalgia. Yo acabo de dejar los regalos envueltos a los pies de los zapatos de toda la familia, aunque ya mis hijas son mayores y piden «dinero» para estas fechas, pero creo que hace ilusión ver todos los paquetes esperando ser abiertos y eso lo recordarán en el futuro con nostalgia y alegría.
Que tengáis buenos regalos.
Después de ir a misa (a las nueve de la mañana con un frío que pelaba ),viendo a los demás con sus bicicletas nuevas, nos apresuramos para llegar a casa a ver que había habido ese año bajo el árbol…¡¡Nada! «Yo soy los Reyes Magos..» dijo mi madre.Hecatombe total (llanto incluido).Lo peor fue salir a ver los regalos de los «gilipollas» que aún «creian» en los malnacidos Reyes Magos…
Sí me acuerdo perfectamente, yo tenía 6 añitos, y aquel 5 de enero del 1956 había movimiento en casa, sabía que algo se «cocía», y aunque yo preguntaba nadie me decía la verdad. Estaba acostumbrada a las mentiras de los mayores, por lo tanto tampoco me cogió de sorpresa la respuesta de mi madre…
Aquella noche decidí no dormir y estar alerta a todos los movimientos y ruidos…y llegó el momento a las 5 de la mañana mis padres colocaban todos los regalos encima de la mesa del comedor, no teníamos gran cosa, eran años difíciles, pero siempre caían bufandas, guantes, calcetines, plumieres de maderas(por cierto, eran preciosos)…..y lo que no faltaba nunca eran unos «canastitos» de cartón forrados con papel de colores y llenos de caramelos que mi madre empezaba a hacer unos días antes.
Entendí que los reyes magos nunca me traían lo que les pedía Siempre les pedía una muñeca, y si la memoria no me falla creo que me trajeron cuando ya era casi una adolescente….
Pero guardo un recuerdo entrañable de aquellos años…!
pues a veces pienso que son los padres quienes no son de verdad, pero no m resgino a perder la magia de este día, y si algún día decubro la verdad, no se la contaré a nadie
Pues en mi pueblo, la cabalgata siempre pasaba por la puerta de casa en la misma dirección: desde la plaza hacia a la ermita . Todos los años mi carta contenía la misma petición: Por favor este año ¿me traéis una bicicleta roja?. Uno y otro año la mañana del 6 de enero me quedaba ese regusto a desilusión. En casa me decían que los reyes no podían traérmela, porque tenían que repartir juguetes a muchiiiiisimos niños y la bici era un regalo muy grande yo enseguida me conformaba. Pero aquel año después de mi disgusto anual vi la flamante bicicleta roja que los reyes le habían dejado a una niña que vivía en mi misma calle. ¿Por qué? si primero pasáis por delante mi casa, le habéis dejado a ella la bici si vive muchísimo mas abajo que yo? Lo recuerdo como si fuera ahora, eso no se lo podía perdonar a sus majestades. Así que los reyes magos me enseñaron por primera vez el sentimiento de injusticia. El momento y como me enteré de que eran los padres no debió de ser nada traumático porque ni siquiera lo recuerdo, ya me había llevado el sofocón aquel año, el último que les pedí la bicicleta roja. Después me convertí en cómplice de mis padres manteniéndole la ilusión a mi hermana tres años mas pequeña.
Creo que debió ser sobre los 6 ,subía del cole con 2 amigas mayores, mis padres me lo confirmaron y encontré sentido a que no me trajeran la bici , pensé que era por la escasez de medios pero sobre , los más de 30 años, me enteré que era el terror de mi padre a que me sucediera algo lo que impidió que aprendiera a montar en bici.
Lo que si recuerdo es como se enfadó , toda, mi clase cuando se lo descubrí a una niña , mucho más pequeña . En los años 60´s y en las escuelas hasta bachiller, se mezclaban edades -lo que hoy no me resulta tan mal, a tenor de los fracasos escolares propiciados por unas leyes veletas , imposibles de consolidar en el tiempo, que aún siendo o debieran ser, más pedagógicas consiguen un absentismo general en los educandos.
Recuerdo que la niña me miró con sus ojitos inocentes muy abiertos y rompió a llorar , a la vez , que todas las caritas incluida la srta.Mari, me despachaban miradas reprobatorias airadas. No diré que algo de infantil crueldad había en mí al confesar la verdad a la niñita, pero también y sobre todo existía un deseo de compartir la verdad con todas, de informar , de saber, creo que eran evidencias de mi talento natural para la comunicación y el periodismo, pero como con otras muchas cosas en la vida: descuide el talento y/o me acerqué dando un rodeo , jejeje que hay que quererse unm poquito ahora que , por fin terminaron las fiestas generales.
Las mentiras , como todo si se dosifica justamente, tiene su «conque» parafraseando a mi amigo Antonio «eL Chipiona»