He paseado por el mar y he acabado sentada en uno de esos sitios con pretensiones pero que son en el fondo merenderos más grandes. Lo estoy pasando bien. Tengo el mar delante, algunas embarcaciones y no dejan de desfilar familias por la pasarela contigua a mi mesa, por lo cual más que temblores me entran  estertores. He escrito un poco de novela, sobre todo he anotado ideas, y ahora voy a comer. Tengo detrás a unos apasionantes turistas argentinos que llevan una hora discutiendo el por qué de no comprar recuerdos para todo el mundo que les espera allá, con pelos y detalles de las trastadas que cada uno o una les hizo. Entretenidísimo.