Tuve la suerte de conocer Cannes cuando era en el Palais y poco después de que la Revolución de Mayo (la otra) les obligara a cerrar a medio festival. La suerte de conocer el de Donostia cuando el Victoria Eugenia, y la suerte de conocer Hollywood cuando Mickey Mouse todavía no se había apoderado de la marca Oscar. Era un tiempo en que la gente se reunía y hablaba, y un grupo de cineastas podía hallarse en la mesa de al lado en el bar, sin esos intermediarios que ahora les convierten a todos en esfinges sin interés como Jennifer López. No. Me importa muy poco Cannes, ahora. Al fin y al cabo, la de Woody ya la han estrenado aquí, aunque yo no haya tenido tiempo de ir a verla.