Esta mañana me ha dado uno de esos ataques de pereza indescriptible -mejor dicho, de pereza para la actualidad- y me he puesto a hacer colching como si no hubiera un mañana, escuchando a todo trapo a Cecilia Bartoli, en esta composición de Haendel que os adjunto. Total, que no me pienso meter en los diarios ni en las noticias ni en nada. Tengo mi primer masaje en mucho tiempo dentro de un rato y luego veremos. Seguramente más colcha. Voy por las 240 piezas, no es suficiente aún para que comparta con vosotros la obra, le faltan colores vivaces, he empezado tanteando, y equivocándome mucho.

El otro día en Salobreña, hice una cosa que tenía ganas de cumplir: me bañé en combinación negra por primera vez, como una Anna Magnanni de los 50. Era de algodón, no se deformó. Y fue una sensación increíble. De una libertad que ni siquiera la desnudez proporciona, porque hay ese ir y venir de la tela, ese recuerdo permanente de quien eres, entre los muslos. En fin, quedan tan pocas cosas que hacer por primera vez -cada vez menos- que me puse muy contenta, y conservaré ese recuerdo forever and ever. Ea