Si hay algo que a veces me llega los domingos por la mañana es el recuerdo de las sesiones dominicales matinales de mis catorce, quince años, dieciséis años. A solas o con Terenci, a la sazón Ramón. Muy diferentes de las sesiones dobles de cine de barrio de nuestras respectivas infancias de niños del Raval, las matinées eran un poco la venganza de los cinéfilos pobres, la posibilidad de ver una peli de estreno por un precio módico. En cines hoy desaparecidos -el Fémina, el Kursaal, el Windsor- o transformados -el Comedia, el Calderón: ¿o ya no existe el Calderón? No tonta, ahora es un hotel- nos vimos El manantial de la doncella, de Bergman, y La gata sobre el rejado de zinc, de Brooks, pero también El Cid, La caída del Imperio Romano, La historia más grande jamás contada, La vuelta al mundo en 80 días, Espartaco…. Esta última la vi en el Coliseum, sola -me encanta ir al cine sola, me viene de entonces-, con un acosador al lado que, en el momento más interesante se decidió a actuar. Yo -que siempre iba al cine armada con una aguja para la mantilla, de esas rematada por una perlita falsa- también me decidí. Soltó tremendo alarido y tuvo que largarse, ante la burla generalizada de la platea. Porque las matinées nos permitían también eso: ir a platea.
El cine de matinée
7 Comments
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Llegué , al cine, cuando ese tiempo , ese escenario de cines estaba a punto de ser historia. Plateas y gallineros de escalonada madera , con ambigüs «selectos» , recuerdos esas pelis, me veo ahora obligada a ir sola al cine y me gusta pero se me viene a la memoria el compañero con el que siempre fui al cine , el que se instruyó en las matines de las que hablas. Erudito cinéfilo y maestro inagotable de conocimiento, me comentaba la necesidad de la charla trás la peli, umm. Sí me gusta ir sola (no tengo otra) pero echo en falta eso, la emoción compartida y esos contextos de los que hablas , que solo nos puede devolver ya, una buena peli sobre ellos. Anímate y lo guionizas, jajajaj
Ay, lo que me he reído con el acosador y tu arma infalible, jajaja…
Que buenas pelis te viste en esas matinées, yo las vi de pequeña en la tv cuando ponían una buena detrás de otra.
Son buenos recuerdos, estos, de nuestra adolescencia , a pesar de estar inmersa en una dictadura. Yo no vivia entonces en una ciudad grande pero había cines (dos), preciosos teatros clasicos, y nos empapamos de pelis de romanos ( obligatorio pasar antes cerca del Ayuntamiento para saber si los» rombos » (aquellos rombos de la censura, dita sea!!!) hacian «tolerada o no tolerada» la peli…. Mamma mia…
Es decir que ibas preparada, Jajajaja
Yo también iba a las matinées. El cine de mi barrio -el único que había- era grande y desangelado y en sesión de mañana -los domingos- vi un montón de películas… pero éstas no eran de estreno. En cualquier caso, recuerdo haber visto La mansión bajo los árboles, que aunque era una peli más o menos pfff me inquietó mucho porque abría posibilidades por mí insospechadas de las relaciones entre los adultos, Dos hombres y un destino, que también me inquietó muchísimo, aunque ésta me gustó más y me enamoré mucho de Paul Newman y Rober Redford… yo tenía entre 12 y 14 años y la política de acceso a la sala se centraba exclusivamente en hacer caja.
Recuerdo -vagamente y no el título- otra película en la que el prota (¿Marlon Brando?) metía clarísimamente la mano debajo del jersey de la actriz hasta llegar a sus pechos y, también y en otra escena, cómo desabrochaba la cremallera delantera del atuendo de ella dejando al descubierto su piel desnuda. Yo, que era aún más pequeña en este caso -un cine de verano en Ontinyent quizá en el 71- me quedé turbada; mi prima Inma, un par de años mayor, me tranquilizó: «en realidad esa escena se ha rodado utilizando un maniquí y el actor no ha tocado nada» y «las actrices, debajo de la ropa, llevan un mono que es como de tejido de media pero muy tupido y de color carne que parece piel… pero no es piel». En fin.
En Madrid hubo una sala, el Cinestudio Griffith, donde mediados los 70 vi muchas pelis en sesión doble y a bajo precio. No había calefacción y dentro hacía un frío de morirse, además de humedad, que estaba al lado del río, pero me embozaba en un viejísimo y enorme abrigo de mouton de mi abuela Plácida y a disfrutar… programaba Fernando Trueba nada menos… ¡qué suerte!
Mis mejores matinales fueron los del Cine Coliseum, casi siempre sola y recuerdo una mañana en la que salí del Cine levitando, no sé si de miedo : «Perros de paja» y siempre esa sensación de salir de la realidad para entrar en un Mundo extraño, ese Sol que me hacía cerrar los ojos y luego, al abrirlos sabía que la peli había acabado. No sé por qué un día dejé de ir a los matinales.
Somos los últimos supervivientes de una manera muy concreta de ver películas. Los nuevos inventos nos devuelven a las sesiones domésticas de la linterna mágica. Hemos sido sacudidos por el temblor cinematográfico, que no llegara a nuestros descendientes, sin los cines, nuestros templos.