No sólo fue un gran actor, un hombre cordial. Con Jordi Dauder se va un verdadero demócrata y un ciudadano comprometido. Aquí tenéis una de sus intervenciones en lo público. Por eso su desaparición de escena resulta especialmente dolorosa.

La crisis económica no debería hacernos olvidar que moralmente empezamos a hundirnos cuando decidieron juzgar a Garzón. Mejor dicho, que fue una señal del hundimiento moral al que se precipitó el sistema cuando la sociedad, narcisa y ensimismada, dejó de sentir como suyas las afrentas que se le infligían. Garzón no fue la única víctima. Fuimos todos.