He de confesaros que jamás esperé que esto ocurriera, que en el Norte de África la sagrada ira de los jóvenes abandonados a su destino se manifestara y moviera el suelo de los poderosos. Creí que habría rebeliones, pero más descontroladas, menos ideológicas. Estaba errada. Va a ser un proceso lento y seguramente muy difícil y sangrante -esos detenidos por Mubarak en las manifestaciones egipcias: las cárceles de su régimen son mazmorras espeluznantes-, pero ya ha empezado, y no lo van a poder parar. Podrán intentar manipularlo, tratarán de adueñarse de él… Lo más probable es que lo consigan, siempre ha ocurrido así. Y, sin embargo, la semilla ya está echada, la rabia de los jóvenes, su clamor por pan y libertad, en marcha… Os subo un link del análisis publicado en elpais.com por mi compañero Javier Valenzuela, que sabe mucho. Él era corresponsal en Oriente Próximo, con sede en Beirut, cuando llegué allí en los 80 para hacer un reportaje del verano beirutí en guerra. Se portó siempre conmigo con generosidad, lo cual no es muy común, porque hay corresponsales que se creen virreyes.

Tiene razón en la idea central de su artículo. La democracia no se puede imponer, tiene que nacer desde dentro. Occidente lo único que tiene que hacer es acompañar su alumbramiento, controlar que ningún viento la hiele, y dejar de ayudar a los autócratas que la estrangulan.