Periodista de raza y novelista de riesgo. Maruja Torres pertenece a una generación de prodigios. Una pandilla de amigos, entre los que se contaban varios pesos pesados de la literatura española del último cuarto del siglo XX. Estaba Montalbán, que se haría famoso por su filia gastronómica y por su personaje del Detective Carvalho. Estaba Terenci Moix, que fue escritor, sí, pero que además tenía un olfato editorial fuera de lo común. Gracias a él se publicó La sombra del viento, de Zafón, que llegaría a los cinco millones de ejemplares. Y estaba Marsé. Ella era lo más parecido a una musa entre aquél grupo maravilloso. Ayer presentó en Santiago su primer thriller, Difícil de matar (Planeta), que ocurre en Beirut y es el primero de una larga serie. Genial. De los que dejan huella.

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