Beirut es una ciudad de extremos. Tanto, que pasar del amor al odio y viceversa resulta inevitable y se convierte en una forma de vida: no se puede estar con ni tampoco sin ella. En los momentos de enamoramiento todos los inconvenientes son parte del charming de la ciudad -y eso incluye desde sus desastrosas infraestructuras hasta la presencia de milicias o la inestabilidad política- mientras que en momentos de hartazgo sus peculiaridades son motivos de inquina, desde sus impresionantes mujeres siliconadas encaramadas a tacones imposibles hasta el touche francés pasando por los turbantes vociferantes, la hipocresía local y los señores de la guerra ataviados con carísimos trajes de chaqueta y estrechando manos con la diplomacia occidental como si nunca hubieran masacrado una aldea.

En este último contexto de aversión es comprensible que entren ganas de matar, metafóricamente hablando. Es lo que le ha pasado a Maruja Torres, tantos años en el Líbano, excelente conocedora de sus interioridades y descreída por obligación profesional, quien se ha lanzado a la novela negra con Fácil de matar, una historia de crímenes con castigo poco esperado y un ágil divertimento para el cual recupera a la protagonista de sus primeras novelas, Diana Dial.

Con más años y experiencia a sus espaldas, Dial -alter ego inevitable de Torres- se ha reconvertido en investigadora a cuenta propia, desengañada del periodismo mercantilista y mantenida gracias a la sustanciosa pensión de su ex marido. Se dispone a abandonar un Beirut desconocido por la fiebre inmobiliaria y una estabilidad política traducida en arrogancia local cuando un atentado con coche bomba llama su atención: su objetivo es un político cristiano de segunda clase casado con una voluptuosa española que le ruega ayuda ante el temor de que la familia del finado esté implicada. Serán sin embargo las dos sirvientes etíopes que vuelan por los aires en la potente explosión las que justifiquen que Dial abandone temporalmente su marcha del Líbano para quedarse a buscar móvil y culpable, ayudada por un inspector de policía local -un hombre cabal, “un libanés de los de antes”, como lo describe Torres- y la amenaza de sucumbir, ella misma, a su propia investigación.

(…)

Noticia publicada en www.cuartopoder.es