En la tarde de anteayer, exactamente a las 17.40 horas -leí la hora exacta en un diario-, el taxi en el que me dirigía a Ràdio 4, para ser objeto de una entrevista, se detuvo en la Diagonal con Roger de Flor, calzada central, dirección Poble Nou. En ese momento un motorista impactó contra una ambulancia amarilla del SEM. El ocupante de la moto salió despedido y quedó inerte, en el suelo. El taxista y yo nos quedamos helados en nuestro cubículo: era una dolorosa imagen insólita. Una ambulancia de curar llevándose por delante a quien parecía un mensajero, un trabajador apresurado: en el asfalto, junto al casco, había un sobre grande y abultado, pndiente de entrega. Bajaron el conductor y su acompañante con instrumentos de reanimación. El hombre seguía lívido, inmóvil. Uno de los dos enfermeros o lo que fueran, visiblemente alterado, empezó a proporcionarle un masaje cardíaco, y a hacer gestos de desolación. El taxista se persignó varias veces y yo me quedé muda, pensando en la cantidad de vidas que habían sido interrumpidas en aquel instante. Éstas son las cosas que ocurren todos los días. Pero verlas así, en directo, de repente lo redimensiona todo. Te saca de tu torre, la que sea, y te dice: esto es lo que hay. Luego leí en los diarios, pero ve tú a saber, que el chófer dio positivo en drogas. También que la víctima dejó de respirar en el hospital. Pero allí, en la calle, ya estaba muerto. Y con él, tantas cosas…
Un instante, una vida
12 Comments
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La vida se detiene es un instante. Que fuerte y a la vez que cotidiano, pues accidentes de esos ocurren todos los días en todas partes.
No sabemos nada del hombre fallecido más allá de su profesión. Quizá, y por ejemplo, del desvelo de su madre cuando era bebé y ella tenía que, fuera día o noche, dejar aquello que estuviera haciendo para alimentarlo; puede que hubiera sido un bebé llorón y su padre tardara horas en dormirlo y, también que, ya más mayor, jugase al balón y luego su abuela o abuelo que lo cuidaban le curaran amorosamente las brechas y raspones en las rodillas; curita sana curita sana, lo que no se cura hoy se curará mañana. Tampoco sabemos nada de cómo le fue en el colegio ni a qué edad se echó el primer amor o de si era más bien callado cuando salía con su panda de amigos. Quizá tenía una pareja que lo miraba con ternura a los ojos; puede qué él mismo se levantara en la noche para enfriar la frente de un hijo con fiebre o no, quién sabe…
Somos débiles y pequeñitos, razón de más para querernos mucho porque pese a todos los desvelos del amor y de la vida que quiere vivir, en cualquier momento, la moneda cae del otro lado.
Hace muchos años, tuve un accidente de coche,…..y aùn recuerdo el olor a gasolina en mis pantalones.Es algo que pasa pero que no olvidas.
………….Asiesque visto lo visto, hay que celebrar la vida màs y cabrearse menos!!!.paloma.
Alguna vez, en el pasado,cinco vueltas de campana en el seat 850 con la familia al completo.No hubo muertos,sí heridos.Todos somos frágiles,de cristal, y lo ignoramos. Lamento tu experiencia Maruja. A saber cuánta familia tenía este hombre y lo terrible del drama que ahora se desencadena.
A los que vamos en moto no nos ve nadie… parece como si «ese» punto muerto que tienen todos los retrovisores estuviera diseñado para nosotros. El martes tuve un juicio por un accidente (leve) con un coche de autoescuela que «no me vio». Según el abogado y el procurador parece que tiene buena pinta para que me indemnicen.
Tengo cuatro costilla rotas y una pierna con una venda perenne por otro accidente (este si mas grave) con una camioneta «que se dio a la fuga».
Un furgón (de la funeraria de Madrid para más «inri») se me cruzó en el puente de Raimundo Fernández Villaverde y con la indemnización me compré otra (siniestro total), aunque yo no sufrí graves consecuencias y el conductor se portó muy bien conmigo.
El otro día un coche que estaba aparcando sobre la acera le pegó un trastazo a mi moto y la tiró al suelo… ni se enteró me dijo, cuando fui a advertirle y eso que es amiguete.
Ayer fue lo mejor de todo: llego a un semáforo y paro detrás de dos coches que, como por arte de magia, se ponen a dar marcha atrás a la vez… yo, todavía con dolor en las costillas (del que se dio a la fuga) no tengo mas remedio que dar marcha atrás con los pieses a la velocidad que podía y pitar como un desesperado… hasta que «PAF». No me lo podía creer, por momentos pensaba que era una pesadilla, o que me había vuelto loco (literal) y la esquizofrenia, después de años de lucha, se había soltado la melena. Pero no, era la mismísima realidad, mi moto tenía otro golpe mas (esta vez solo en el tubo de escape)… debe de haberse puesto de moda dar marcha atrás al llegar a los semáforos mientras se habla de coche a coche… igual es para «ligar» o algo así. Del coche salió un «chaval» con camiseta de diseño que por lo menos fue atento conmigo. Todavía me duele la mano del golpe que le di en el cristal para ver si se enteraba de que yo estaba detrás !
!!!joer Ignacio!!!,pònle una vela a algun santo que te proteja.Deduzco que vives en Madrid, y tu bien sabes que es una ciudad dura para motos,mucho trafico y muy rapido.Yo he conducido muchos años por ella y reconozco que cuando se te coloca a la «derecha»un motorista,le miras de reojo…………estoy pensando que mejor que una vela, dile que le compras un traje.(al santo).paloma.
Esto me recuerda a aquella noche que salí de marcha con unos de Frisco por la avda del Brasil. Me sentí, no la clueca sino la chacha. Me encaré con los delincuentes (cuidado que llevan navaja). Ya sabemos que algunos estadounidenses son valientes hasta lo ingenuo. Traté de reanimar al herido, mientras alejaba al corrillo para que pudiese respirar. Llamé a la policía, que acudió rápidamente, al Samur, que acudió y a una redacción. Al día siguiente leí la noticia por otro medio, sin el mío mediante. De vez en cuando me visita la cara del agresor y un remordimiento: no haberle dejado escapar. Aun fácil de matar, le habría dado guerra y la satisfacción del trabajo bien hecho.
Siento un asco tan profundo que es inenarrable. Centrémonos en lo hermoso de la vida. Yo llevo 38 años de mi vista/vida. Y no he ido a Beirut ni a otros peores.
¡Por los clavos de Cristo, Ignacio! ¿no tienes más remedio que ir en moto? ¿es por gusto? ¿por el vivere pericolosamente? Por favor, haz algo para protegerte: las velas, la oración diaria a San Cristobal, el regalo de un trajecito al santo, poner unos girasoles en la moto para hacerte visible…
Gensanta, ¡cómo está la realidad motorizada y motorizante! y una que ni aprendió a ir en bici, ni en patines, ni sabe conducir y que sólo a duras penas y metiendo mucho la patita sabe conducirse!
mariadelapaloma, no me olvido de las fotos del «roedor», incluso tengo algunas en el móvil, pero no se como se pasan al ordenador. Escribo en uno de la universidad y no puedo pasarlas por Bluetooth… cuando aprenda te las mando.
Por ahora no podemos ni sacarle a la calle porque no tiene todas las vacunas… dentro de un par de semanas le daré un «paseazo».
Soy motero por herencia aunque mi padre tuvo que «pactar» para casarse… yo le dije a mi mujer que no me pusiera en el aprieto…
Creo que me hago mayor y los reflejos (entre algunas otras cosas) ya no son lo que eran.
ignacio se puede saber «quien te vende las motos». Después de tantos porrazos, deberías plantearte algo. Prueba el metro.