Donald Spoto ha escrito un montón de excelentes biografías, incisivas, con las que ha conseguido no poco reconocimiento: Hitchcock, Marilyn, Ava, Marlene, Preston Sturges… Estupendas, las he leído. ¿Qué falla en su Grace Kelly, recién aparecida en nuestras librerías y publicada por primera vez en 2009? ¿Por qué es tan blandorra y carente de interés? Mientras se concentra en la carrera cinematográfica de Grace, la cosa se puede leer, resulta entretenida, aunque muchas de las anécdotas que narra ya son conocidas. Sin embargo, en cuanto nos adentramos en Territorio Princesa, el asunto se vuelve de un soso que tumba.
Se me ocurren dos explicaciones. Una, exceso de expectativas por parte del lector, propiciadas por el propio Spoto al anunciar que Grace, amiga suya personal, le pidió que no publicara sus confidencias hasta 25 años después de su muerte. Con una premisa así, uno espera encontrarse con algunas confesiones íntimas de esta mujer que era desgraciada, que al morir ya sabía lo mal que les iba a sus hijas, y que había tenido que aguantar a un príncipe machista y mandón, en un principado pequeño y ridículo dedicado al blanqueo de dinero.
La segunda explicación no invalida la primera, sino que le añade, o le resta, valor. Spoto, que además es teólogo católico -característica que no había influido en sus libros anteriores- encontró en la piadosa Grace un alma gemela, y verdaderamente se lo pasó muy bien espiritualmente con ella. Y consideró que el hecho de que su matrimonio no fuera como debía era una de esas cosas «que Dios te manda». Puede intuirse, en las últimas páginas, que Kelly fue muy desdichada lejos del cine, y que la metedura de pata de enamorarse de un príncipe -¡y casarse con él!- la alejó por completo de un mundo, el de la pantalla, en el que no había dado de sí todo lo que podía.
Y no me creo ni harta de Jabugo que Rainiero diera su permiso para que Grace volviera a trabajar en su oficio interpretando a Marnie, la ladrona -y frígida, por más señas-, que encontraba el amor, la cordura y el orgasmo entre los bastante atractivos brazos de Sean Connery.
El libro ha sido supervisado por Alberto de Mónaco. Punto.
Yo tampoco me creo para nada que Raniero le diera «permiso» para interpretar a Marnie…es una gran pena porque creo que al fin y al cabo lo que mas le fascinaba a Grace era hacer cine….sin lugar a dudas.
La parte positiva , fue que la interpreto Tippi Hedren,siempre que me acuerdo de esta pelicula,me viene la memoria la escena de la tormenta mientras estan trabajando los dos en el despacho de Sean Connery.
Bueno. Todas sus frustaciones fueron compensadas por sus hijas. ¿Quien se encargará de sus memorias?
De su época como actriz de cine no se recuerdan sus devaneos y ardientes encuentros con cunato hijo de vecino se cruzaba (en clara sintonía con Ava Gadner…).El hecho de convertirse en princesa(«craso» error que terminó por convertirla en una discretísima alcohólica de botella diaria) no creo que le compensara en lo absoluto. Biografías muy maquilladas para princesas de baja cuna y camas calientes…Grace tan hermosa y tan…¿hipócrita?
Está claro que, con los príncipes blues, sólo se puede hacer buen papel en los cuentos de hadas o en el cine.
Pues yo también dudo que el principito dejara hacer a su princesa, cine y menos de ladrona y mucho menos con Sean Connery de pareja.