Cuánto me hubiera gustado ver esta película en los 70. La verdad es que, en algunos aspectos, el Chile post Allende me recuerda la España predemocracia . En mi casa no me hablaban del franquismo ni me explicaban a qué se debía esa paz boba que «disfrutábamos», pero lo peor es que en el Instituto los profes de historia se quedaban siempre en el siglo XIX. Nunca me hablaron de las movidas del siglo XX y, mucho menos, las analizaron para despertar nuestro interés o capacidad crítica. Podría haber sido lo mismo en el Chile del Pinochet.
aracne 21 julio, 2012 en 20:39
Patricio Guzmán, un grande de la inteligencia, de la palabra y la imagen. No me cansaría de recomendar su «Nostalgia de la luz». Si alguien quiere saber cómo pueden relacionarse cosas aparentemente lejanas y opuestas: el arriba y el abajo, ciencia y poesía, política y filosofía, realismo e imaginación, presente, pasado y futuro. En definitiva, si alguien quiere saber qué es la inteligencia en estado de memoría y acción, encontrará en «Nostalgia de la luz», la puerta de entrada y la confirmación de que todavía es posible la dignidad y la inteligencia necesarias para la transformación del mundo. Hay cine muy bueno, literatura, muy buena, pero muy pocas veces es posible contemplar la integración de lo mejor de las capacidades del ser humano, eso que a toda marcha y a toda impostura tratan de disgregar los dueños de la inconsciencia política. Mientras haya una sola muestra, una «Nostalgia de la luz», no solo hay esperanza, hay una prueba fehaciente del poder de la inteligencia, frente a la banalidad y la venalidad de todas las imposturas. Ese documental de Patricio Guzman, debería ser proyectado en el Congreso de los Diputados y en las plazas de todos los indignados del mundo y en todas las escuelas. Claro que no se hará. No se me ocurre otra cosa que decir: Patricio Guzmán, gracias.
Anna, lo que dices es una experiencia común. El tiempo de silencio fue muy duradero. Es más, todavía dura. Y es que los dominadores, los vencedores, no han dejado de hablar, de platicar. Los dominados, los vencidos, aunque no lo parezca, todavía no han tomado la palabra realmente. ¿Es que alguien cree que si estuviéramos en estado de memoria pasaría lo que está pasando?
Javier 22 julio, 2012 en 11:20
Vi La Batalla de Chile unos meses despues de su estreno con la misma tristeza con que asistí en los Telediarios (así se llamaban entonces) a las pasadas de los aviones sobre la Casa de la Moneda lanzando rokets y aquellas fotografias casi póstumas de Salvador Allende calado con un casco de acero y una metralleta en las manos en aquel muy lejano 1973. Es dificil evitar que aquella determinación ética de su rostro no venga a la memoria cada cierto tiempo, llamada por esta anodina marioneta que nos representa en el exterior y que nos lleva al país antagonico al que deseamos. ¡Maldita sea su estampa!. La de la marioneta, digo.
Cosaria Roja 22 julio, 2012 en 12:01
Aracne , no se puede expresar algo común de manera tan , particularmente, clara. El silencio aún me atormenta. Intuir y recordar a mi padre , en respuesta a alguna de mis siempre, inoportunas preguntas…con sus eternas palabras , al respecto:»…cuando seas mayor , te contaré, comprenderás…» Nunca entendí, nunca llego ese día en el que me contara de mis propias raíces, murió y yo sólo contaba con 14 años después de 3 años de enfermedad, y mi madre parece que vació o , simplemente, no sufrió en carnes propias, claro, lo que a él le tocó…..Sí los vencidos aún siguen siendo amordazados por los que violaron con la pueril excusa del perdón y de un olvido que no son posibles mientras , no se asuma la responsabilidad del genocidio, qa quien todos sabemos corresponde….
Cuánto me hubiera gustado ver esta película en los 70.
La verdad es que, en algunos aspectos, el Chile post Allende me recuerda la España predemocracia . En mi casa no me hablaban del franquismo ni me explicaban a qué se debía esa paz boba que «disfrutábamos», pero lo peor es que en el Instituto los profes de historia se quedaban siempre en el siglo XIX. Nunca me hablaron de las movidas del siglo XX y, mucho menos, las analizaron para despertar nuestro interés o capacidad crítica.
Podría haber sido lo mismo en el Chile del Pinochet.
Patricio Guzmán, un grande de la inteligencia, de la palabra y la imagen. No me cansaría de recomendar su «Nostalgia de la luz». Si alguien quiere saber cómo pueden relacionarse cosas aparentemente lejanas y opuestas: el arriba y el abajo, ciencia y poesía, política y filosofía, realismo e imaginación, presente, pasado y futuro. En definitiva, si alguien quiere saber qué es la inteligencia en estado de memoría y acción, encontrará en «Nostalgia de la luz», la puerta de entrada y la confirmación de que todavía es posible la dignidad y la inteligencia necesarias para la transformación del mundo. Hay cine muy bueno, literatura, muy buena, pero muy pocas veces es posible contemplar la integración de lo mejor de las capacidades del ser humano, eso que a toda marcha y a toda impostura tratan de disgregar los dueños de la inconsciencia política. Mientras haya una sola muestra, una «Nostalgia de la luz», no solo hay esperanza, hay una prueba fehaciente del poder de la inteligencia, frente a la banalidad y la venalidad de todas las imposturas. Ese documental de Patricio Guzman, debería ser proyectado en el Congreso de los Diputados y en las plazas de todos los indignados del mundo y en todas las escuelas. Claro que no se hará.
No se me ocurre otra cosa que decir: Patricio Guzmán, gracias.
Anna, lo que dices es una experiencia común. El tiempo de silencio fue muy duradero. Es más, todavía dura. Y es que los dominadores, los vencedores, no han dejado de hablar, de platicar. Los dominados, los vencidos, aunque no lo parezca, todavía no han tomado la palabra realmente. ¿Es que alguien cree que si estuviéramos en estado de memoria pasaría lo que está pasando?
Vi La Batalla de Chile unos meses despues de su estreno con la misma tristeza con que asistí en los Telediarios (así se llamaban entonces) a las pasadas de los aviones sobre la Casa de la Moneda lanzando rokets y aquellas fotografias casi póstumas de Salvador Allende calado con un casco de acero y una metralleta en las manos en aquel muy lejano 1973. Es dificil evitar que aquella determinación ética de su rostro no venga a la memoria cada cierto tiempo, llamada por esta anodina marioneta que nos representa en el exterior y que nos lleva al país antagonico al que deseamos. ¡Maldita sea su estampa!. La de la marioneta, digo.
Aracne , no se puede expresar algo común de manera tan , particularmente, clara.
El silencio aún me atormenta.
Intuir y recordar a mi padre , en respuesta a alguna de mis siempre, inoportunas preguntas…con sus eternas palabras , al respecto:»…cuando seas mayor , te contaré, comprenderás…» Nunca entendí, nunca llego ese día en el que me contara de mis propias raíces, murió y yo sólo contaba con 14 años después de 3 años de enfermedad, y mi madre parece que vació o , simplemente, no sufrió en carnes propias, claro, lo que a él le tocó…..Sí los vencidos aún siguen siendo amordazados por los que violaron con la pueril excusa del perdón y de un olvido que no son posibles mientras , no se asuma la responsabilidad del genocidio, qa quien todos sabemos corresponde….