… me acerco al café-restaurante do tienen free wifi y os puedo mandar fotos, de las que mis amigos Face ya están disfrutando, pues no sé por qué narices allí las puedo colgar y aquí no.

Ayer, sábado, fuimos a Loutsas, una pequeña localidad cercana a Artemisa, yendo en línea recta hacia el aeropuerto y sobrepasándolo con creces, atravesando un paisaje arbóreo muy variado, con esos pinos robustos que aquí se ensanchan como encinas, y con mucha flor silvestre -amarillas, lilas- bordeando los caminos. El día no fue soleado sino más bien hosco. En el merendero, pintado de azul Mediterráneo, venteaba que daba gloria, pero nos abrigamos y comimos en el exterior: ensalada griega, yogur con pepino y ajo (me podrían matar y no diría el nombre ahora, que conozco tan bien), calamares muy bien fritos, salmonetes, una especie de besugo local hecho a la plancha, y patatas fritas de buena calidad y sin grasa. Vino blanco, agua y, ateridos, corrimos al café cercano -aquí se hace mucho windsurf-, en cuyo interior se había refugiado mucho pijo griego de medio pelo con chándal y cazadoras y plumas llenos de etiquetas seudo cool. Los camareros, muy simpáticos, y la música, atronadora. Pero estuvimos calentitos hasta que amainó un poco y volvimos a salir al exterior, bellísimo. La costa, que al principio estuvo desaparecida por niebla -más que niebla, viento del sur que trae una especie de sombra de arena ya sin arena, desde el norte de África-, fue reapareciendo como si tanteara el paisaje. Lo pasé divinamente, he descansado mucho y esta mañana he seguido con la novela que empecé al llegar.

Lo siento, Maclovio, Diana Dial está conmigo y muy atareada.