Con los pelos de punta ante septiembre, porque el curso se iniciará con los mismos malandrines acosándonos con sus baladronadas y sus expolios, y con sus violaciones de la palabra; con los pelos de punta y, sin embargo, la mente clara y la voluntad firme, paso estos días de agosto. Acumulando fuerzas. La salud me ha dado varios sustos pero no mortales y he salido con bien, de lo cual me congratulo porque el cuerpo ayuda a resistir mejor la marea de desperdicios que nos abruma. La sensación terminal que nos produce el duelo por todo lo que ha sido destruido no debe disuadirnos de que permanecemos en el lado noble de la historia. Será la cuneta, pero en esa autopista ciega por donde transitan los triunfadores de latón que van pisándolo todo, en ese asfalto del infierno yo no quiero estar. En las cunetas crecen florecillas silvestres que hacen compañía. En el asfalto aparecen cadáveres.

Solo debe inspirarnos miedo el que nuestro país se haya ido, o vaya a irse al garete moralmente. El resto son desdichas temporales que más o menos podremos capear. Quienes, como yo, tenemos una edad muy cierta, venimos de tiempos muy malos, y no tenemos el miedo que produce el silencio de los corderos.