«Al final, lo más terrible de la tragedia de Santiago es que acabará convirtiéndose en una metáfora de este triste país donde los aeropuertos se construyen al tuntún, para que caguen las palomas y se paseen los nietecitos de los caciques locales, mientras que las líneas ferroviarias se confían a las manos de un pobre hombre falible que lleva un tren como si llevara a sus espaldas el mundo. Al final, mira tú qué pena, Renfe se va a quedar sin vender otro tren de alta velocidad a los brasileños. Una vez más, señores, hemos viajado por encima de nuestras posibilidades».

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