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La ONU estima que 3.000 eritreos abandonaron el país cada mes del año pasado. Huyen de la pobreza, el servicio militar obligatorio, la falta de libertad de expresión, reunión y religión, las detenciones arbitrarias, las condiciones insalubres, y la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y la muerte. Huyen de la muerte, aunque ello suponga toparse con ella, como pasó el pasado 3 de octubre, cuando más de 300 personas, la mayoría procedentes de Eritrea, murieron ahogadas cerca de Lampedusa.
Si queréis saber más, leedlo en El Diario.
Qué locura de mundo. Sentir que todo es un determinismo hacia la extinción sin remedio. O mueres o te matan.Ser eritreo es un infierno por el simple hecho de serlo. No hay escapatoria; «huir de la muerte para encontrarse con ella». Una extraña saña en todo esto.Terrible,terrible.