P.S. Soy soltera sin hijos y no habría abortado si me hubiera quedado embarazada, pero pienso que toda mujer tiene el derecho y la obligación de hacer con su cuerpo lo que le venga en gana, y si decide abortar por la razón que sea, tiene que hacerlo con toda la seguridad que se merece. Me sacan de quicio los meapilas bienpensantes cuyas mujeres «no pecan nuuunca».
Raúl Fernández Justo 8 junio, 2013 en 17:45
Totalmente de acuerdo con la doctora Nines. El hecho de establecer un debate sobre el «sexo de los ángeles» en unas circunstancias tan adversas para las mujeres de pocos recursos(las otras quedó muy claro qué derechos y que debates las afectan) es una muestra más del cinismo y la hipocresía imperante. A la Iglesia sólo le interesa el número de bautizados que puede «pescar» en una sociedad. Del bienestar, los derechos laborales o las condiciones de desigualdad o manifiesta discriminación que puedan tener esta mujeres les trae al pairo. El feto tiene alma, y las heces que se arremolinan en la taza del váter también. ¡Mira qué bien!
¡¡¡Nines Maestro, viva la madre que te parió!!!
Un ABRAZO,
Lola Martínez Iniesta.
P.S. Soy soltera sin hijos y no habría abortado si me hubiera quedado embarazada, pero pienso que toda mujer tiene el derecho y la obligación de hacer con su cuerpo lo que le venga en gana, y si decide abortar por la razón que sea, tiene que hacerlo con toda la seguridad que se merece.
Me sacan de quicio los meapilas bienpensantes cuyas mujeres «no pecan nuuunca».
Totalmente de acuerdo con la doctora Nines. El hecho de establecer un debate sobre el «sexo de los ángeles» en unas circunstancias tan adversas para las mujeres de pocos recursos(las otras quedó muy claro qué derechos y que debates las afectan) es una muestra más del cinismo y la hipocresía imperante. A la Iglesia sólo le interesa el número de bautizados que puede «pescar» en una sociedad. Del bienestar, los derechos laborales o las condiciones de desigualdad o manifiesta discriminación que puedan tener esta mujeres les trae al pairo. El feto tiene alma, y las heces que se arremolinan en la taza del váter también. ¡Mira qué bien!