Detalle de una casita en Enfeh, costa norte de Líbano

En medio de la marea de fango de estos días, he intentado hallar tiempo para esos destellos de luz que son los buenos recuerdos. Casualmente -o no tanto-, he compartido jornadas con un par de viejos amigos que han venido a verme, dotados ambos para el cariño y también para eso que, por ofrecerme su propia forma de recordar hechos, circunstancias o paisajes compartidos, podría clasificar como tareas de «sparring». Entrenándome con ellos en el toma y daca del «¿te acuerdas?», a su marcha me dejaron buscando fotografías que evocaran sensaciones que ellos ni habían nombrado, pero que habían despertado en mí.

 Toldo y mar en Beirut

Me dio por pensar en cuántas veces la Historia -así, con mayúsculas- se produjo ante mis ojos, sin que grandiosidades propias del reporterismo de acción dejaran más mella que los pequeños detalles recogidos aquí y allá, vividos, intensamente vividos. Y vívidos, también.

Grecia, resumen.

Porque se produjeron en la intimidad, que es donde se asientan los negocios del alma.

Detalles centrados en colores, en momentos, en orillas, en silencios. En la plenitud de sentir fluir la sangre y expandirse como en un tranquilo y pleno despertar.

Momentos que aquí os dejo, y que espero iluminen un poco estos días turbios. A mí me ayudan.