Dedico un más que sentido recuerdo al juguete que me hizo más feliz: las muñecas recortables de papel con sus vestidos y complementos, que guardaba en una caja de puros, y gracias a las cuales empecé a pasar momentos íntimos con las historias que inventaba para ellas y para mí. Vivan la imaginación y sus estímulos, que son el mejor regalo.
Sí, Maruja. Eran más o menos así. ¡Qué buena idea has tenido de traer aquí los muñecos de nuestras cabezas. No había otros con qué jugar (al menos para algunas). Pero ¡y las historias que inventábamos de la nada, sin apoyaturas objetivas salvo esos ecortables! ¡Con recortes le van avenir a una!
Gracias por abrir una ventanita de mi memoria
A mí me pasaba lo mismo con las Nancys de mi hermana (que ella odiaba, por cierto): la vestía de una manera y otra, y la imaginaba en unos lugares y otros… Qué recuerdos. ¡Viva la imaginación! ¡Siempre!
Ah! Era apasionante! Primero ir a la tienda a elegir una en aquellos fascinantes cuadernos de cientos de preciosas muñecas, luego el ratazo recortando meticulosamente la muñeca, los vestidos y los complementos, después montar la casa con todo tipo de utensilios y ¡A jugar! Qué agotador ???
Maruja nuestra, guardo como oro en paño una ollas diminutas que mi hermano me hizo con barro, y es que era un niño muy creativo y artista, ahora es un hombre maravilloso.
Gracias, Aracne, por el piropazo para mi cuñada -gran enfermera, gran cocinera y estupenda persona. Sí, es una cinco estrellas-.
ABRAZOS,
Lola.
Maru! Qué lindo, no lo había visto. Yo también jugué con ellas! Que linda foto. Gracias.
Es todo muy extraño. A mi lo que me trajeron los Santos Reyes Magos es…¡¡precisamente esa caja de puros con las muñecas recortables y los vestidos recortables también!!
» Me acerqué a la taquilla. Mi frente apenas superaba la estrecha repisa de madera que olía a lejía y que borró de mi memoria las agrias conejeras. «¿ Me da una?», pedí. La mujer sonrió: «Es la cuarta vez que vienes a verla. ¿ Tanto te gusta?».Pero accedió a entregarme otro pequeño broche de baquelita negra, en forma de rosa. «¿ Qué haces? ¿ Se las das a tus amiguitas?» La ingenua publicidad, el obsequio de la distribuidora de «La rosa negra» había alcanzado en esta ocasión a la clientela del humilde cine de barrio. No le dije a la taquillera que conservaba para mi cada una de aquellas rosas de pasta, burdamente troqueladas. Eran mis joyas, mis únicas joyas, guardadas en la misma caja de puros que contenía mi tesoro de muñecas y trajes de papel recortables, las estampas con las que jugaba en los bancos públicos, las chapas de gaseosas que…»
Esto viene dentro de mi regalo de Reyes. Un párrafo de «Esperadme en el cielo» que llegó a mis manos el pasado domingo. En la librería sita cerca de Bellas Artes me llevé una gratísima sorpresa al preguntarle a la joven dependienta si tenían dicho libro de la autora Maruja Torres. «Ah, Maruja Torres la reportera». «Sí, ella misma la intrépida reportera», le contesté. Al final me mandaron a otra sucursal, lo compré(con la condición de que me dejaran hacer una foto del «momentum» de recibirlo…(cara de lector ilusionadisísimo), y me lo llevé de paseo por la ciudad…
Excelente regalo, Maruja. Me has trasportado a mi creativa infancia, ya que utilicé esos vestiditos de papel para dar salida a mis muchas ganas de diseñar! Algo que por un tiempo hice de mayor.
Dos latas de tomate, de a kilo, son botas de siete leguas.
Un dedo pintado, el pequeño guignol del mundo.
Unos trazos en la tierra, un castro que conquistar.
Y tantos juguetes más que nos ayudaron a crecer sonriendo, desde una pobreza de recursos, tan rica.
Pues en Francia empezamos mal el año. Lo del Charlie Hebdo es tremendo. Violencia solo llama a violencia, y miedo me da pensar en la señora que va a sacar partido de todo esto.
Qué bonito lo que has escrito, Raúl.
Abrazotes,
Lola.
Aurora, yo tampoco me fío de la señora innombrable y de sus secuaces.
Un FUERTE ABRAZO,
Lola.
Gracias Lola. Ahora estoy «out» y sepa la chingada cuando vuelva…Apapachos cariñosos.
Que tiempos. La niñez envuelta en papel y lápices de colores, en muñecas recortables y cajas de latón, donde las guardaba con el mayor cuidado. Un tiempo que de tarde en tarde regreso. Llevas toda la razón del mundo; la imaginación y sus estímulos, el mejor regalo. Gracias Maruja.
Recortables de la infancia, que nos servían, junto con los tebeos, las películas y los programas radiofónicos, para que ella, aquella infancia, no estuviera tan recortada.