Cuando la educación pública se encuentra tan escacharrada, ha sido tan vapuleada -y eso incluye el sistema, las asignaturas, los docentes- que salga el respetable señor Marina con eso me parece una pata de banco de elitista como una casa. Todos necesitan un salario digno, en todas las profesiones. Y a partir de ahí, la meritocracia. Pero no antes.
En torno a los docentes
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Mi enfoque de este asunto es diferente, tanto del tuyo, como del señor Marina.
De acuerdo en que la prioridad es volver a construir lo destruido, pero en algún momento hay que hacer algo con ese, no digo que sea mayoritario, pero sí bastante significativo porcentaje de funcionarios, en este caso docentes, que están en la educación porque con tener un título universitario, un escaso curso de pedagogía y aprobar una oposición en este país se te cualifica para dar clase y tener un empleo de por vida. Más que nada porque la labor de muchos años de buenos docentes la puede estropear uno malo en un solo curso, dañando gravemente el futuro tanto educativo como profesional de sus alumnos, que es lo mismo que decir que te puede joder la vida. En la docencia se construye sobre los cimientos que otros construyeron y es mucho lo que puede arruinar un mal docente, como un mal cirujano, un mal juez o un mal ingeniero.
Yo nunca, os lo juro, nunca he sido un alumno indisciplinado o problemático y recuerdo al energúmeno que con 8 años, por pedir una goma de borrar, me dejó la mandíbula dolorida durante 2 semanas de un tortazo. El mismo que dejó inconsciente de otro tortazo a un compañero de clase. Y no pasó nada. Creo que ahora sí pasa, menos mal…pero ¿lo habrían sancionado y cambiado de centro o lo habrían cesado como funcionario y procesado por agresión a un menor indefenso?
A los 12 años las matemáticas nunca fueron las mismas, de hecho después las llevé siempre a la rastra, a partir de que en 7º de EGB, con Don Luis, todos, y digo todos, esperáramos con pánico su entrada en clase cada mañana. Había que comprenderlo; se estaba separando de su mujer… y dejarlo que te estrellara la cabeza contra la pizarra si te equivocabas…o contra el pupitre a su discreción, porque le apetecía…y hacia ya 4 años que Franco había muerto.
Omitamos unos cuantos años de enseñanza abundantes en profesores solo para dos o tres de la primera fila de la clase, y rarísimas avis, como Manolo, un magnífico profesor de Física, y centrémonos en una «memorable» profesora de Filosofía de 3º de BUP y que estaba allí porque a su marido lo habían destinado al pueblo de al lado, y como ella era catedrática en Historia se le permitía obtener casi cualquier plaza, y como era catedrática en Historia, daba eso: Filosofía. Además con un maravilloso manual que ni siquiera era nuestro libro de texto: “Filosofía y Cristianismo”. Que vivan la meritocracia, la Libertad de Cátedra bien entendida, y la Educación Pública y laica.
También ese mismo año Conchi, la de Física, me suspendía sistemáticamente exámenes de 6, 7 u 8. Yo no daba crédito; ¿porqué a idénticas soluciones sus problemas valían 2 puntos en mis compañeros y los míos 0´5?…y al final me cateó el curso. Le dijo a una compañera de curso que yo no servía para estudiar y en el claustro de profesores les decía a sus compañeros que no se explicaba mis notas, que yo era de sus mejores alumnos. Sigo sin entender el porqué de aquello. Al año siguiente otro profesor me aprobó con un 8 con solo repasar…y gracias a la buena base que aún conservaba de Manolo.
Pasemos a la Facultad:
Solo en 1º:
-una “vaca sagrada”, el alcohólico jefe de departamento que se tomaba un gin-tonic cada vez que tenía que dar clase (yo vi como se lo servían y más de una vez) y la vez que lo vomitó en el estrado. Imaginaos las clases; surrealistas. Eso sí: de cada clase de 100 y pico alumnos solo aprobaba a 5, máximo 10.
-Un profesor con miedo a hablar en público, lo que hacía que se le bloquease la garganta y tartamudease y que si levantabas la mano para preguntar se enfadaba y bloqueaba aún más, así que no levantábamos la mano. Mismo ratio de aprobados.
-otra “vaca sagrada”. El catedrático jefe de departamento que se tiraba el curso entero releyendo, que no explicando, los mismos apuntes amarillentos de innumerables años sobre y solo sobre las Pirolusitas Andesíticas (literal), un tipo especial entre cientos de rocas volcánicas. La geología es extensísima, como extenso era su alborozo al vanagloriarse de que de cada curso(no aula) solo aprobaba a 10 como máximo. Y lo repetía una y otra vez a boca llena.
Moraleja: ¿quieres ser un reputado profesor de universidad? No enseñes; suspende a casi todos…y cobra más que ningún otro.
A estas alturas ¿cuántos niños y jóvenes como yo han pasado y pasarán por estas “joyitas” y sufrirán las consecuencias?…y es imposible que todos me hayan tocado a mí.
Con esto lo que quiero decir es que no dudo de que hay buenos profesores. Los he tenido y magníficos, y los no tan magníficos en su mayoría se esforzaban, cumplían. Pero ni el mejor plan de estudios, ni los mejores medios reparan el daño de un porcentaje tan alto de personas que NO están ahí porque tengan el talento, los conocimientos pedagógicos, el entrenamiento y que quieran realmente enseñar.
A mi modo de ver han de ser un conjunto inseparable el plan de estudios, el sistema pedagógico en el que se imparte, el equipamiento material y la cualificación del personal docente.
El de maestro, profesor, educador es un oficio muy serio y de gran repercusión futura y que ejercido responsablemente, requiere un esfuerzo diario realmente importante y que debe estar bien remunerado y dotado con herramientas, si, y por eso no se debería permitir que por un sueldo seguro y con el pretexto de unas oposiciones que no demuestran su capacidad como enseñantes, los ineptos campen como el caballo de Atila, sin que se les pueda a penas evaluar y mucho menos apartar a no ser que hagan algo gravísimo, y generalmente sin relación con su habilidad como enseñantes. En muchos otros trabajos si no rindes, si no realizas aceptablemente, si no cumples con tu trabajo, te echan. Doy por supuesto que no es lo mismo enseñar en un colegio de una barriada marginal que en un colegio “normal”, y esto tiene que pesar, y mucho, en la evaluación del docente y en los medios que se le aportan y otros mil factores más para que la evaluación sea certera y justa.
No hay más que seguir el ejemplo de otros: en Finlandia ser maestro de escuela (pública) requiere una preparación equiparable a ser cirujano. Los mejores y mejor preparados para enseñar a todos.
Con los mejores medios y con sueldos que se corresponden a la responsabilidad de tan importante tarea, y con evaluación periódica tanto del profesor como de su alumnado.
Creo que el problema de base, como casi siempre, es de conciencia (¿conSciencia?) social y política:
A mi juicio seguimos sin ser conscientes (y digo seguimos porque no lo exigimos a nuestros políticos como una PRIORIDAD) de que la calidad de la educación pública, el nivel académico de la mayoría de la población, es a la vez el indicador y el factor más determinante para, no solo la prosperidad material e intelectual, también las igualmente importantes: eliminación de la brecha social, la justicia social, la calidad democrática de un país, etc, etc, etc… y, de eso que no se les cae a los políticos de la boca y que por manido no deja de ser más importante: el futuro.
Perdón por la extensión y por atreverme a hablar de algo de lo que no soy experto.
Y vosotros ¿qué opináis?,
Gracias Maruja. Estoy harta de que se nos cuestione y se nos insulte, harta de tanta falta de respeto y del repugnante oportunismo político.
Recuerdo a todos que hay muchos, muchísimos docentes luchando cada día en las aulas y dando lo mejor y que los famosos informes PISA no pueden ni deben ser el motor ni la razón de nuestro trabajo.
Quiero recordar también que a muchos se les llena la boca con la excelencia de nuestra sanidad y de nuestra ciencia (no será tan mala pues nuestra educación) y que de nuestras universidades sale gente extraordinaria cuya competencia es muy apreciada en el extranjero, no aquí. Quiero recordar, en fin, que esto es España, un país incorregible y cateto. Y perdonen.
Creo que todos nos hemos acostumbrado a que el colegio o la escuela son un trámite necesario para luego aprender de verdad, o sea para aprender un oficio o una profesión con la que luego de la que luego vas a vivir. El aprender como tal da lo mismo, el tema es con qué te vas a ganar la vida y claro para eso la escuela «da igual», solo hay que aprobar con la máxima nota posible para luego poder elegir tu destino.
Con todo eso el placer de aprender solo queda relegado a unos pocos, que además deciden que solo se puede ser autodidacta y en cierta manera es así, pero alguien tiene que haberte despertado el conocimiento de que aprender es placer y eso o lo hace tu familia o la escuela o alguien a tu alrededor, si además tienes la suerte de que alguien no te obligue a odiar el aprendizaje como ocurre en demasiadas ocasiones aún, mucho me temo. Y eso es un magnicidio que debería tener consecuencias como cuando un médico comete negligencia.