Incidente inesperado
Mi querida Marian, que es quien tiene cuidado de mí mientras hago aquagym, para que no se me vaya una pierna hacia la espalda y cosas así propias de la edad, tiene un problema y hoy no me puede entrenar, de modo que hemos quedado para hacer hora y media el viernes. Conclusión: hoy y mañana voy a entregarme a la corrección del libro y a los placeres de la carne -dentro de un desorden-, y ello me permite, además, dedicaros tiempo, que ya me venía apeteciendo, demonios.
Creo que tengo a Diana Dial contenta porque, aunque la he metido en una trama de lo más déco, clarísimamente una parodia de las aventuras coloniales de Agatha Christie, ha disfrutado de lo lindo investigando junto con su amigo, el libanés inspector Fattush (que se consiguió unas vacaciones para ayudarla en esta nueva aventura), y con Joy, su ex criada filipina, que hizo lo propio de su hogar matrimonial y se embarcó con ella. Y así, por encargo de una estrafalaria dama -lady Roxana-, mis personajes se subieron al Karnak, buque de vapor que recorre el Nilo en plan turismo selecto, y empezaron a tropezarse con crímenes y sus correspondientes sospechosos.
Yo me he divertido mucho escribiéndolo y espero que a los lectores les pase lo mismo. Aunque, como es natural, también siento pánico.
Por ahora, del mundo exterior, tengo el buen sabor de la rebelión, tanto por las manifestaciones del domingo como por lo de los ejemplares estudiantes valencianos. Y la mala hostia que me produce escuchar los golpes malhumorados del puño del jefe de la policía al señalar a «los enemigos». Por supuesto que estoy entre ellos, enemistada con este régimen hasta la muerte (de uno de los dos). Ya no tengo edad de andar con paños calientes.