Aquí, Diana
Jo, qué aburrimiento. He pasado los días del catarro de la jefa sin moverme de su cabeza, que entre el ibuprofeno y el paracetamol más las leches calientes con whisky de la noche, estaba como un caldero. Naturalmente estoy instándola a que continúe mis aventuras, pues, aunque sólo tiene escritas 40 páginas, ya han sucedido un montón de cosas. O, más bien, se ha abierto un montón de posibilidades a que sucedan cosas, y a que haya diversos motivos y culpables para lo que sucedió en el pasado -hace un año de eso cuando empieza la acción.
Sé que me va a situar en Asuán en cuanto vuelva a arrancar, lo cual la conmino para que lo haga hoy mismo, no importa el estado de su trancazo: aquí dentro de su cerebro hace mucho calor. Claro que en Asuán… Pero, por lo menos, allí disfrutaré de aire libre, y parece que la expedición de los personajes nos metemos, nada más llegar, en el Nilo, repartiéndonos en un par de falucas de esas más grandes, con un techo como de encaje blanco sustentado en frágiles columnas, mientras nos preparan el S. S. Sudan, el vapor de finales del siglo diecinueve en el que emprenderemos, la FATAL TRAVESÍA.
Venga, vamos, ánimo, que ya está bien.