Aquí va el primer párrafo de mi artículo de hoy:

Resulta difícil imaginar, y eso que tenemos una amplia panoplia en donde elegir, un corto período de tiempo más repugnante que el que nos ha tocado vivir  en las últimas jornadas, desde el puente de la Purísima Constitución hasta el Día Mundial de los Derechos Humanos permanentemente violados, que celebramos este miércoles. Apesta la España oficial, y apesta hacia abajo, y sobre todo nos asquea la sospecha de que el hedor puede recrudecerse y convertirse en algo mucho más retorcido que un pestazo o que una epidemia. Sospechamos que puede llegar, esta sarna moral, a formar parte de nuestro cuerpo, como una descomposición de la carne que nunca cicatrizara, o un sarpullido vergonzante en la piel que no dejara de reproducirse, o un servil tullimiento de la columna que nos vertebra, o un insistente anublado del trigémino que confundiría algunas de nuestras percepciones para siempre.

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