La vida, uno a uno

Si reflexionamos -sin ahogar el dolor pero sin dejar que nos ciegue- acerca de la tragedia del tren Madrid-Santiago, inevitablemente pensamos en esas vidas truncadas, esas familias rotas, ese dolor de amigos, y lo hacemos identificándonos, poniéndonos en su lugar. Porque calzar los zapatos del otro, en su desgracia, es la condición más noble que puede alcanzar el ser humano, la que más amor y compañía produce. Que el sentimiento nuestro sea como ese perro humilde y fiel que apoya su cabeza en tus rodillas porque te sabe triste, y que, aún mejor, por pertenecer al recado de personas, abarque los recuerdos y las pérdidas, y los temores de las noches oscuras en que, tantas veces, conocimos o intuimos o temimos un final, fuera o no nuestro.

Si pensamos en la vida de ellos, uno a uno, en la vida segada de ellos, sentiremos la propia como algo más que una continuación de días, o de matar el tiempo, o de gruñirle al aire.

Es tiempo de sol para mí, tiempo de Cádiz y de luz atlántica, y va a serlo con plena consciencia, sin dejar de sentir la pena honda por aquellos a quienes se les borró el horizonte. Vivir es esto, y aquello, y además.

Cuántas veces Galicia me dio vida y amistad. Eso sale también hoy, en días de Sur, preciados y preciosos.

Por |2013-07-26T12:10:36+01:0025/07/2013|Categorías: intimidad, sociedad|Etiquetas: , |21 Comentarios