Aguirre, el ectoplasma que no cesa

Así empieza mi artículo de hoy:

Esperanza Aguirre es como una matrioska rusa, una muñeca que contiene muchas otras en su interior. Sólo que la candidata a alcaldesa de Madrid por el Partido Popular las despliega todas por fuera, y a cuál más horripilante. Espe la Pizpireta sonríe, bizqueando con las pestañas cruzadas como maquillada por Tele5, y suelta chascarrillos; Espe la Letal se carga la medicina pública y a los servicios médicos progresistas; Espe la Milagrosa sobrevive a tumores y atentados, y se muestra en público con sangre en las sandalias como si, licuándose, sus ofídicas venas manaran prodigios; Espe la Amnésica, que reniega de los corruptos a quienes antes cobijó, y se sacude el manto protector como si tal cosa; Espe la Ocurrente que siempre encandila a los periodistas, esos pardillos a quienes no les importa informar a las víctimas de quien les entretiene; Espe la Intrépida, que desafía a la autoridad llevándose por delante a sus representantes del orden; Espe la Chulapona ensofada, versión puesta al día de Tele5 en la calle de la oligarquía política. Oxigenada y en jarras, ya que nuestra dama no es de hierro, es de cuero en la lengua y cuchillas en los sobacos.

 Entero, podéis encontrarlo en eldiario.es

Apuntes 6

Verano de 2007, el jardín del café Chatila al fondo.

En estos días han dado señales mis amigos de Beirut-Atenas-Madrid, Jesús y Pascale. Por mensajes, por Whatsup y por teléfono. Me han dicho que van a Beirut a celebrar la Navidad con la familia de ella. La pequeña, Clara, parloteaba al otro lado de la línea y no ha querido ponerse: está enfadada porque quería llevarle a su amiga-vecina un trozo de la  tarta de ayer, y se ha encontrado con la casa cerrada, mi niña-síntesis, políglota. Hemos quedado en vernos en cuando pueda viajar, meterme en un AVE a Madrid que me deposite a pie de amigos, tantos. Les he dicho: lo que verdaderamente deseo es volver a sentarme con Pascale en una mesa asomada al mar en el café Chatila, en Corniche Manara, al pie de la noria, pero que sea el de antes de que el dueño fuera a la Meca en peregrinación y se fanatizara, prohibiendo el consumo de alcohol en su establecimiento. Ni arak ni cerveza, solo piadosos jarabes pro diabetes fulminante, sirven ahora, y cafés. Dejé de ir por principios, pero en mi memoria siempre me veo cruzando el gran jardín con mesas recoletas amparadas por los árboles, y tengo también recuerdos de viajeros a quienes llevé allí, y de fiestas de cumpleaños sincretistas y alcohólicas.

Todo se fanatiza, de una manera u otra, y perdemos los de siempre. Los fronterizos, los cosmopolitas, los abiertos. Menos mal que quedan los amigos.

Por |2014-12-05T10:08:28+01:0010/11/2014|Categorías: intimidad|Etiquetas: , , |6 Comentarios