Ferrara

Hace un porrón de años, cuando trabajaba en Cambio 16, en la época en que cada dos por tres cambiaban de director, o igual cada uno te ponían tres, me propusieron hacer una región de Italia desde el punto de vista gastronómico. Elegí la Emilia-Romaña. Aprendí en Parma cómo se ahuman los jamones y se fabrican los quesos -también aprendí a no fiarme de uno que no llevara en la corteza el perforado fetén-, en Módena visité las cavas repletas de barricas de vinagre; también pasé por la casa de Verdi y por le hacienda en donde se rodó Novecento. En Bolonia descubrí el negroni -nunca lo olvidaré, en un angosto y muy concurrido bar de cocteles llamado Mocambo, en una callecita que subía desde la plaza de la iglesia de las Dos Torres. Y en Ferrara: ah, cuán distinta a todo, esta ciudad. Renacentista, solemne. Me perdí hacia el cementerio, buscando una tumba: la de los Finzi, la familia judía cuya tragedia inspiró a Giorgio Bassani su novela El jardín de los Finzi Contini (De Sica hizo luego la peli, con Fabio Testi y Dominique Sanda, ni la mitad de sensible que el libro). Hallé la sepultura, en el cementerio judío, y guardé silencio por tantos como sufrieron persecución en la Italia de Mussolini. Si no habéis leído a Bassani, os lo recomiendo. La que os he dicho y también Historias de Ferrara.

La triste actualidad, en www.elpais.com

La Ferrara eterna.

Ah, el reportaje nunca se publicó. Habían cambiado de director. Los recuerdos perduran. Ánimo, Italia.